por Paty Rodríguez
[av_dropcap1]D[/av_dropcap1]espués de cinco años de aparente inactividad en el estudio de grabación, Tame Impala trae para nosotros The Slow Rush, un nuevo e impactante material que seguramente se convertirá en uno de los álbumes imprescindibles de este año.Sin temor a equivocarnos, podemos decir que la espera valió la pena: cuando escuchamos el nuevo disco, podemos constatar el enorme talento de Kevin Parker, una evidente inquietud por dar lo mejor de sí mismo y su capacidad para construir sonidos emocionantes y únicos a partir de una amplia variedad de estilos e influencias.
Al hablar de The Slow Rush en la revista Pitchfork, Jillian Mapes comparte la siguiente observación: “en este cuarto álbum, Parker aborda el eterno enemigo de los perfeccionistas en todos lados: el tiempo”.
Es verdad que esta cuestión conflictiva del tiempo y el perfeccionismo se relaciona con las circunstancias externas que rodearon la creación y la grabación del nuevo disco: el músico pospuso un año el lanzamiento del álbum porque sentía que no estaba listo, realizó múltiples arreglos y correcciones a piezas como “Patience” o “Borderline” y en noviembre de 2019, cuando por fin The Slow Rush estaba terminado, Parker se sintió insatisfecho al escucharlo y decidió remasterizarlo por completo.
No obstante, el tema del tiempo no se reduce al contexto que rodeó la creación de The Slow Rush ni al perfeccionismo de Kevin Parker. El interesante título que podríamos traducir como “la prisa lenta” es tan sólo el primer indicio de la gran importancia del tiempo en varios aspectos del álbum, entre ellos, el formal.
Así pues, nos encontramos ante un álbum psicodélico “pop” de una hora de duración, una extensión aparentemente moderada, pero repartida entre doce canciones (algunas de dos minutos, otras de siete) tan instrumentalmente densas que generan un efecto temporal desconcertante: resulta difícil creer que en tan sólo una hora hemos experimentado y escuchado tanto.
Pero ¿en qué consiste esta densidad instrumental a la que nos hemos referido? evidentemente, resulta mucho más sencillo comprenderla cuando la escuchamos que cuando leemos una descripción, pero vale la pena señalar que The Slow Rush nos muestra todo esto desde las primeras canciones: el viaje inicia con la primera canción “One More Year”, y su emocionante introducción de sintetizadores volátiles y etéreos. Inmediatamente después, sigue “Instant Destiny”, que además de mantenerse en pie con una de las figuras de bajo tan características de Tame Impala, incorpora en estructura nuevos timbres y efectos sonoros. En resumen, se trata de una superposición de elementos realmente rica.
“Borderline”, por su parte, es una de las piezas más fuertes del álbum: cabe mencionar que el sencillo y la versión final en The Slow Rush terminaron siendo diferentes, pues esta última fue recortada.
De cualquier forma, nos encontramos ante una canción realmente emocionante, pues desde el principio podemos sentir una enorme energía que evoluciona progresivamente al desarrollarse con fuerza un beat contundente y añadirse más instrumentos, entre ellos, un adorno de flauta que otorga a la canción un toque inesperado y particular.
Más adelante, canciones como “Posthumous Forgiveness”, “Lost In Yesterday” e “It Might Be Time” se erigen como sólidas piezas sonoras en el desarrollo del álbum: pareciera que de pronto se suman elementos del soft rock sesentero con los de la evidente psicodelia y un space rock fascinante: adivinamos ecos desde los primeros años de Pink Floyd hasta Daft Punk, pero en ningún momento hay imitación. Simplemente, la condensación en una madurez musical fascinante de Tame Impala.
“One More Hour” es el broche de oro: una canción de siete minutos que nos lleva por un viaje lleno de emociones, con pasajes melancólicos, otros electrónicos y después, con guitarras distorsionadas de rock.
Y mientras tanto, el tema del tiempo sigue ahí, en los títulos y en las letras de las canciones: en “Lost In Yesterday”, exploramos la nostalgia. “One More Year” nos hace preguntarnos qué hacíamos hace un año. “Tal vez ya sea la hora” (“It Might Be Time”), “destino instantáneo” (“Instant Destiny”), “una hora más” (“One More Hour”).
“Posthumous Forgiveness” trata del rencor y perdón ante el recuerdo del padre. El intenso acompañamiento musical es sin duda el acompañamiento ideal a la más intensa experiencia de enfrentarnos ante la angustia de enfrentarnos con el tiempo.