Cuando la guerra toca a tu puerta, los acontecimientos se presentan de tal forma que no hay opciones para aclarar tu posición, para dilucidar cuál será tu destino. En breve serás reclutado y tendrás que ir al frente. Son momentos terribles donde se pone a prueba la unión de los pueblos, no hay tiempo para dudar, para distraerse en trivialidades y tampoco para la infancia.
El gran cineasta Andrei Tarkovsky trata con singular maestría este tema en La infancia de Iván (Ivánovo detstvo, URSS, 1962). Película en blanco y negro, escrita por Vladimir Bogomólov y Mikhail Papava.
A orillas del rio Dniéper en Europa oriental, en medio de un limbo creado por las tropas invasoras nazis y el ejercito rojo durante la Segunda Guerra Mundial, Iván (Nikolai Burliayev), un niño de 12 años, sobrevive como explorador y mensajero.
Es una historia alentada por la venganza como única fuerza para seguir adelante y enfrentar al enemigo hasta aniquilarlo. Iván Burliayev despierta de un sueño en donde se ve volando para alcanzar a su madre, antes de tocarla vuelve a la realidad: su familia ha sido asesinada por los nazis y él tiene que continuar su huida para salvarse.
Aunque la narrativa no es lineal, el hilo conductor siempre va unido al pequeño protagonista. Los hechos se sitúan en las vísperas de la gran ofensiva del ejercito soviético, esto explica por qué hay una expectante sensación de peligro.
Después de evitar ser descubierto por el enemigo y nadar a través del extenso río para transmitir su información al alto mando ruso, Iván es encontrado por las tropas soviéticas que lo interrogan para saber su identidad. En un principio no es escuchado, a todos les cuesta trabajo creer que se trata de un pequeño espía que realiza misiones secretas para su ejército.
Al confirmar su identidad con un superior al cual identifican como “Número 51”, los militares lo adoptan a modo de un extraño símbolo de inocencia en medio del campo de batalla, es algo que hay que proteger y preservar, pero la inocencia de Iván ha desaparecido por completo, en su ser habita un soldado adulto.
Antes de volver a las líneas de combate, Iván hace tres amigos: el Capitán Kholin (Valentin Zubkov), el Teniente Galtsev (Evgeniy Zharikov) y el Cabo Katasonych (Stepan Krylov), que lo invitan a abandonar el frente, le proponen mandarlo a una escuela militar, pero ya es demasiado tarde para el joven mensajero, sólo queda cumplir con el deber y continuar la guerra.
En una trama paralela, una enfermera llamada Masha (Valentina Malyavina) es enamorada por el Capitán Kholin, situación que nos permite distraernos del escalofriante mundo de la guerra, con escenas muy bien elaboradas que en la actualidad son parte de las grandes aportaciones del director al cine mundial.
Al final, la historia de Iván se retoma y se combina con especial destreza con escenas reales de la caída del Tercer Reich, encontrando una manera simple, pero contundente, para explicar el término de la guerra y concentrarse en lo que fue el destino del Iván.
A pesar de que Tarkovsky entró a sustituir al director Eduard Abalov al inicio del rodaje, el trabajo que realizó con el escritor Bogomolov resultó impecable, transformando la narrativa de una forma novedosa y logrando concluir la película con éxito.
La cinta causó sensación por innovadora. El manejo de los flashbacks y las secuencias de los sueños de Iván aportan al leguaje una nueva forma de mostrar las imágenes nunca antes vista y nos comparten esa sensación del protagonista, donde nos muestra a las víctimas de la guerra de manera descarnada, en un mundo donde la inocencia y la niñez ya no tienen cabida, dejando como símbolo universal y perturbador la infancia trunca de Iván.
El trabajo de cámara realizado por Vadim Yúsov desafía la gravedad al pasar de un exterior a filmar abajo del agua en un pozo, en ese sentido, la fotografía es contundente y nos permite transitar de un plano onírico a la dura realidad presentada por la guerra.
Andréi Tarkovsky logra una atmosfera única mostrando un paisaje desolador que acentúa la devastación tanto física como moral. Además, lo remarca situando los combates siempre fuera de cuadro. Esa forma de resolver la historia hace que la situación se vuelva más tensa y que el peligro latente reine en todo momento.
La infancia de Iván es la primera película de Tarkovsky que sorprenderió al mundo, ganando el León de Oro del Festival de Venecia y el Premio Golden Gate en el Festival de San Francisco. Tiempo después vendrían obras de incalculable valor cinematográfico como: Andréi Rublev, 1966, Solaris, 1972, Stalker 1979, Nostalgia, 1983, entre otras.
Con La infancia de Iván el mundo quedó cautivado por el nacimiento de una mirada y un estilo muy personales.
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