En medio de la crisis, debemos cuidar la mente y encontrar alivio. Muchos lo hacemos mediante la música. Pero, ¿cuál es la razón? ¿por qué la música es tan importante en estos momentos?
Me pongo a pensar en la clásica y emotiva escena de la película Titanic en la que la orquesta de cámara se mantiene en pie, dispuesta a continuar hasta el final. Independientemente del dramatismo cinematográfico, este pasaje parece ilustrar una realidad: la mayoría de las personas tienden a acompañarse de la música en los momentos más importantes de la vida.
Basta revisar algunos ejemplos: para alegrar nuestras fiestas contratamos músicos o reproducimos nuestra mejor selección musical. Hay piezas y canciones específicamente pensadas para las bodas, los funerales o las despedidas. Simplemente, no podríamos concebir ciertas celebraciones sin la música.
Definitivamente, hay algo ritual en las melodías, por eso, no ha de sorprendernos que las tradiciones sagradas tengan en común el canto, desde los mantras hindúes hasta los xochicuícatl de guerra prehispánicos, pasando por los salmos cristianos. La música es fundamental en nuestra historia, es parte de lo que nos hace humanos. Vibra en sintonía con nosotros, genera ambientes, transforma el lugar en el que estamos.
Naturalmente, todo esto ha llevado a científicos y estudiosos a hacerse algunas preguntas: ¿cómo funciona la música en nuestra mente y qué función tiene dentro de nuestra vida emocional?
Existe una compleja dimensión neurológica en el tema. De acuerdo con el neurocientífico Facundo Manes, la música estimula el sistema límbico del cerebro y así es como libera dopamina, el mismo neurotransmisor que genera el placer con la comida o las drogas. Pero eso no es todo, cuando escuchamos música se nos activan extensas áreas en ambos hemisferios cerebrales y la actividad neuronal favorece una distribución de sustancias químicas que puede inducir a estados de ánimo positivos.
Así, no es de sorprender que la música sea un gran vehículo terapéutico. En la musicoterapia, por ejemplo, se emplea la improvisación, la composición y la apreciación musical para mejorar la vida de los pacientes. De acuerdo con un artículo publicado en la revista The Arts on Psychotherapy, numerosos estudios han demostrado que personas con diagnósticos de ansiedad, depresión y esquizofrenia han mejorado significativamente su calidad de vida después de la terapia con música.
Roger Bartra, por otra parte, exploró este tema en un capítulo de su libro Antropología del cerebro. Él está consciente de que la música puede describir un estado de ánimo de manera mucho más efectiva que las palabras. ¿A quién no le ha pasado? no entendemos lo que sentimos, no podemos explicarlo hasta que escuchamos esa pieza y pensamos “sí, esto es exactamente lo que llevo dentro”.
Bartra explica por qué podemos entender la música como un universo cultural y simbólico radicalmente distinto al idioma que normalmente usamos para expresarnos. Y la clave está en que, a diferencia de las palabras, los sonidos son flexibles, no tienen un significado fijo.
Las melodías y los acordes no nos remiten a conceptos específicos, no comunican ideas concretas como “frío”, “rápido”, “cielo”. En cambio, las variaciones en la velocidad, los silencios y los tipos de escalas sobre las que están construidas hacen que todo cobre un sentido diferente, que transmitan algo que no se puede decir en palabras, como pasa con las emociones. Es como si la música tuviera la misma estructura que ellas.
En este sentido, el consuelo lo encontramos porque, más allá de lo que cualquier letra nos pueda decir, hay algo en la música que nos hace sentir comprendidos. Esas líneas de bajo, esos sintetizadores y esas progresiones de notas danzan de manera invisible para llegar a nuestro interior, para completarnos, para llenar el espacio de la pieza que nos falta.
Por todas estas razones, no es exagerado afirmar que la música salva. Escuchar música es una manera de cuidar de nuestra mente, de cuidar nuestra alma. Nos ayuda a relajarnos frente al estrés, pero también nos invita a bailar y a revitalizarnos frente al hastío del encierro.
Te comparto un par de playlists para acompañarnos aunque sea desde lejos: