por Daniel Villamil
[av_dropcap1]L[/av_dropcap1]a mayoría de las pláticas sobre las autoridades en México y su sociedad, terminan con la frase “a diferencia de Europa que son de primer mundo”. Sin embargo, y contrario a la creencia popular, en Alemania también existe el crimen y la policía no es perfecta. No todo su territorio lo ocupan ciudades, también hay pueblos y aunque esto suene de lo más común y corriente, choca con la imagen que se tiene de país de primer mundo.La serie Dark de Netflix y el libro Al lado vivía una niña de Stefan Kiesbye, publicado por editorial Almadía, transcurren en pueblos en los que a pesar de que todos se conocen, la policía es incapaz de resolver las desapariciones que se presentan en las comunidades y, hasta cierto punto, es manipulada por chismes u omisiones de los propios vecinos o por corrupción, mostrándonos que la sociedad alemana es más compleja de lo que imaginamos.
Ambas tramas arrancan con adolescentes, hijos de buenas familias y de situación económica holgada. Aun así, estos grupos de jóvenes tienen actividades sórdidas: uso de drogas, pandillas y actos de bullying de lo más crueles y salvajes: desde dejar amarrados a compañeros a la intemperie hasta golpearlos y sodomizarlos con ramas.
En la novela conocemos Esge, un suburbio que surgió gracias a las fábricas de dulces y hule de la zona. El protagonista de la trama es Moritz, quien junto a sus amigos forman el grupo de los tejones, quienes viven en guerra con los zorros, el grupo conformado por los hijos de los trabajadores de la fábrica de hules. A diferencia de los bandos de Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, los tejones y los zorros, no se conforman con jugar a la guerra en el recreo, cada bando ataca de manera brutal a los contrarios.
Moritz y su amigo Thomas son atacados en los baños, donde los golpean y meten sus cabezas en el escusado, por lo que en represalia ellos amarran y golpean a uno de los agresores y lo dejan en el bosque hasta que lo encuentran la policía. Todo esto pasa mientras los tejones están dejando atrás la niñez y se van convirtiendo en adolescentes. Les empiezan a llamar la atención las niñas, van descubriendo el sexo, espían a sus vecinos y hermanas; hacen concursos mientras se masturban escondidos en un búnker abandonado que usan de casa club y Moritz tiene su primer amor, quien —como buen melodrama adolescente— resulta ser la novia del jefe de la pandilla rival.
Lo increíble de la novela es que a pesar de la crudeza con que relata todas las vivencias de los protagonistas, en el fondo es una historia de lo que se conoce como “coming of age”, pues no solo dejan atrás su niñez, sino que aprenden a hacerse responsables de sus actos y hacer lo mejor por sus seres queridos, aunque esto signifique dejar de verlos para siempre.
En Dark nos encontramos con un grupo de adolescentes cuyos integrantes sufren de problemáticas muy actuales: padres cuya relación ha terminado, el suicidio del padre de otro, el consumo de drogas, etc. Todo esto se ve minimizado cuando desaparece el hermano menor de uno de ellos, lo cual hace eco con la desaparición de su tío treinta años antes.
Así vamos descubriendo la vida en Walden, una versión alemana del Springfield de los Simpson, pero más extrema, pues además de lidiar con las oscuras intenciones del director de la planta nuclear, deben sobrellevar el ciclo de desapariciones y asesinatos de niños que se repite cada 30 años, el cual inició en la década de los años 50, a la par de la construcción de la planta. Eso sin contar que existen viajeros del tiempo (así podemos conocer el presente, pasado y futuro del pueblo y sus habitantes), personajes cuyas intenciones seguimos sin conocer al final de la temporada y algunos que parecen literalmente diabólicos.
Dejando de lado los viajes en el tiempo, en ambas obras se puede apreciar la brecha generacional entre padres e hijos, los problemas entre hermanos y un aire casi noir.
Mientras la serie es detonada por desapariciones de niños, el libro lo hace por la aparición de una, provocando las acciones más desinteresadas, grises y hasta oscuras en los protagonistas de cada una con tal de resolver el misterio. Es interesante que ambas obras coinciden con la temática de Stranger Things y la adaptación del año pasado de It, en las que los niños/adolescentes deben lidiar con sus problemas sin la ayuda de los adultos, pues estos tienen sus propios problemas.
Tanto en la serie como en el libro, la generación de los padres se encuentra atrapada por problemas relacionados con sexo e infidelidades, algunas gestadas desde la adolescencia, lo cual les impide prestar atención a sus hijos, facilitando que los jóvenes se metan en todos los problemas a los que deben afrontar durante sus respectivas tramas.
Otro punto que comparten ambas obras es que nos muestran que, a pesar de los setenta años que han pasado, la sociedad alemana aún vive las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. En Dark, cuando Magnus es detenido, la policía ve con desconfianza sus pertenencias por ser de procedencia asiática. Mientras que en Al lado vivía una niña es más palpable pues los búnkeres en los que juegan los tejones y donde alojan a Birke, son los que no fueron desmantelados al terminar la guerra.
El libro y la serie son ampliamente recomendables, pues nos cuentan historias con un ritmo y forma diferente a los que estamos acostumbrados por sus contrapartes norteamericanas y sirven de ventanas a esa Alemania de la que casi no se habla pero que es tan real como la industrializada y nos permite apreciar cómo a pesar de las distancias no somos tan diferentes como se cree.