The Square: La Farsa del Arte (Suecia, 2017) recibió La Palma de Oro en Cannes en su edición 2017. Este filme, dirigido por Ruben Östlund, resulta una de las entregas cinematográficas más sorprendentes del año por su tratamiento y originalidad.
La cinta nos relata la historia de Christian (Claes Bang), el curador de un museo de arte contemporáneo en Estocolmo y padre divorciado de dos hijas a las que tiene que incluir en su apretada agenda.
Christian sufre una transformación tras haber sido despojado de su celular y otros objetos de valor que portaba al caminar en una plaza. El robo sucede durante la temporada de lanzamiento de una de sus nuevas exposiciones “The Square” en la que se tocarán temas como los valores humanos y la creación de comunidad.
Como parte de esta exposición se instala un cuadrado de luces neón en el piso de una plaza reemplazando la escultura clásica de un hombre montando a caballo (Escena metafórica del arte moderno comparado con el clásico) Este espacio está pensando para que todo aquél que quiera ser escuchado entre en esa zona de confianza.
Ser robado resulta indignante para Christian y es por esto que busca obtener justicia y recuperar sus objetos, cegándolo de toda responsabilidad con el museo, por lo que toma una mala decisión en la estrategia publicitaria que le costará su trabajo y la dará una lección de vida.
La película es inusual y por momentos parece que no nos llevará a ningún lado. Tiene escenas que resultan más largas de lo que deberían, pero es justamente esta imperfección la que deja ver la esencia del director. Es palpable la intención y es precisamente esto lo que nos mantiene intrigados. Querer descubrir qué es lo que nos está insinuando el autor hace de esta película un viaje placentero.
El filme es aplaudido por la calidad de sus escenas que por instantes parecen no estar conectadas la una con la otra pero esto es lo que lo vuelve un ensayo de crítica perfecto en la actualidad europea, pues en breves escenas hace una burla a los problemas a resolver en la agenda de la Unión Europea como lo son el racismo y la educación.
El primero, tratado con una subtrama que envuelve a un niño árabe que es metido en problemas por Christian al dejar una nota acusándolo del robo y en otra en la que se da cuenta que un musulmán se aproxima a él en un centro comercial y lo rechaza, pero es exactamente la persona que lo puede ayudar. Esta escena, a mi parecer, sobra, ya que el punto que quiere establecer el director sobre juzgar al “otro” (en este caso al musulmán) queda claro con la subtrama antes mencionada.
El segundo, mostrando inteligentemente la cultura millennial cuando un joven entra a una sala a tomar una foto de montones de grava que segundos después es barrida con una máquina por el encargado de limpieza, ridiculizando nuestro asombro por la vacía sencillez que carga el arte actual.
La cinta resulta brillante por escenas inolvidables y simples como en aquella en la que el personaje principal está buscando una pedazo de papel entre la basura. La lluvia y la belleza de su fotografía la hacen destacable, abrazando los sentimientos del personaje y llevándolo a un nivel inalcanzable por muchos directores. Jamás pensé que una escena tan simple pudiera transmitir tanto, y es que, si lo leyéramos en un guión, sonaría ridícula e innecesaria pero Ruben Östlund se apropia de ella enseñándonos su majestuosidad.
Es por momentos como estos, por lo que considero que The Square debe ser vista y deben darse la oportunidad de juzgar si vale la pena hacer a un lado el hecho de que la historia no esté fuertemente ligada ni tenga un final sorprendente, pero que sus escenas bien logradas hacen que valga la pena.