Una temporada distópica, llena de cuestionamientos sobre el libre albedrío y el determinismo en los seres humanos, pero con acción a tope desde el episodio uno hasta el final. Westworld cerró su tercera entrega con muchas interrogantes, pero con la esperanza de un prometedor regreso.
De entrada —¡vienen spoilers!—, el futuro de la protagonista quedó en suspenso, pues Dolores (Evan Rachel Wood) cumplió el objetivo de liberar a su raza y a los humanos de la “esclavitud”, aunque a costa de su muerte. Y es que la temporada fue un constante giro de tuercas a lo largo de ocho episodios, en relación a las verdaderas intenciones que tenía la heroína de Westworld al buscar vengarse de Delos, la compañía que controlaba el parque temático del oeste en las primeras temporadas.
En esta entrega, la misión de Dolores parecía enfocada en liberar y vengar a los suyos, robots con inteligencia artificial, pero sorpresivamente la trama dio un giro al lograr que los humanos despertaran después de muchos años y tomaran conciencia de que sus decisiones fueron controladas y orientadas por la compañía Incite y su inteligencia artificial Rehoboam, creación de Engerraund Serac (Vincent Cassel), quien asumió el rol del villano en la serie.
Fuera del parque, más allá de Westworld, el mundo estaba por caer en una crisis que llevaría a la extinción de la raza humana. Sin embargo, Rehoboam logró predecir el comportamiento humano para eliminar y controlar a los llamados “atípicos” —aquellos que generan el caos en la sociedad—, manejando su mente con la información que por años guardó Delos, proveniente de Westworld. Es decir, una sociedad controlada de acuerdo a los intereses de los grandes corporativos, quienes buscan un “mundo mejor”.
Y es aquí donde apareció el personaje Aaron Paul, quien encarnó a Caleb Nichols, un humano que logró tomar conciencia tras ser controlado por años. Nichols, con ayuda de Dolores, fue y será clave para la serie, pues asumió el papel de líder, encabezando la revolución para quitarse el control de Incite, situación que bien podría terminar con la humanidad o hacerla renacer.
Otro personaje trascendental en esta tercera temporada fue Meave (Thandie Newton), pues no solo fue rival directa de Dolores, además, su arco dramático tuvo un giro inesperado, transformándola de villana a heroína. De buscar sus intereses personales, finalmente se unió a Caleb para que, tanto robots como humanos, pudieran coexistir.
Sin embargo, el final aún presentó un último giro con dos escenas post-créditos: una que significó el final de William (Ed Harris), pero el nacimiento del hombre de negro creado bajo IA y a las órdenes de Charlotte Hale (Tessa Thompson), una nueva versión de Dolores. La otra, muestra el futuro: Bernard (Jeffrey Wright) despierta luego de conectarse en busca de explicaciones acerca de lo que viene en el nuevo mundo.
Westworld temporada tres es un derroche visual y de efectos especiales, adornada por una espléndida banda sonora obra de Ramin Djawadi (Game of Thrones). Del cuestionamiento que se planteó originalmente, sobre la posibilidad de que una Inteligencia Artificial generara conciencia, la serie ahora profundiza sobre el libre albedrío de la raza humana.
La historia, creada por Jonathan Nolan y Lisa Joy para HBO, basada en la obra de Michael Crichton, ha evolucionado, con líneas temporales más sencillas, apoyadas en espectaculares secuencias de acción.
La gran producción cumple el objetivo de emocionar, aunque la intención de sorprender en todo momento confunde y no deja la sensación de las temporadas anteriores, en donde el fondo estaba por encima de la forma. Aún así, la serie tiene asegurada una cuarta entrega, posiblemente para 2022.