Michael Jordan, el atleta seis veces campeón de la NBA con los Chicago Bulls, se pronunció en redes sociales en contra el racismo en Estados Unidos, una practica poco común en la carrera del ex basquetbolista quien, recientemente, estrenó su serie documental The Last Dance.
Las palabras de Jordan se suman a las manifestaciones del movimiento #BlackLivesMatter, que se originó tras el terrible asesinato del afroamericano George Floyd en manos de un policía de la ciudad de Minneapolis en Minnesota el pasado 25 de mayo.
La tragedia se denunció a través de un video viral en internet que detonó el enojo y la indignación de la ciudadanía, que se movilizó con una serie de protestas no solo en territorio Americano sino en diferentes regiones del planeta.
Grupos de choque y oportunistas también han figurado en las marchas tratando de desvirtuar el movimiento pacífico en contra del racismo, que será difícil callar porque estamos en tiempos de dolor universal y violencia, a raíz de una histórica practica que está más viva que nunca en pleno siglo XXI.
Es por eso que Michael Jordan invitó a su comunidad de seguidores en Instagram y Twitter a no quedarse de brazos cruzados y en silencio ante la situación, a ser parte del cambio y “por primera vez, no hacerlo, no fingir que no existe un problema en Estados Unidos. A no darle la espalda al racismo”.
Además, anunció este fin de semana en sus redes sociales que su marca deportiva donará en los próximos 10 años, 100 millones de dólares a organizaciones dedicadas a garantizar la igualdad racial, la justicia social y un mayor acceso a la educación.
Parece que con el tiempo y alejado de la duela, Jordan se ha vuelto más participativo en términos políticos y sociales, o al menos esa es la impresión con esta postura que lo coloca dentro de los deportistas y figuras públicas que tienen una voz de peso para el movimiento.
Y es que no podemos olvidar lo que posiblemente es la frase más controversial del acróbata del basquetbol cuando estaba activo y que lo persiguió durante su carrera. En 1990, durante la contienda al Senado en su Estado Natal, Carolina del Norte, Jordan se negó respaldar públicamente al demócrata afroamericano Harvey Gantt, quien perdió la contienda ante el republicano racista Jesse Helms.
“Los republicanos también compran tenis”, sentenció Michael Jordan, quien desde 1984, cuando era un novato en la NBA, amarró un contrato millonario con Nike para personalizar sus modelos de calzado deportivo Air Jordan. Las expectativas de Nike eran, al final del cuarto año, alcanzar la cifra de tres millones de dólares. En el primer año, obtuvieron 126 millones. Hasta la fecha, este negocio le ha generado ganancias de 1.3 billones de dólares, de acuerdo con la revista Forbes.
Ahora, gracias a la serie biográfica The Last Dance, MJ reveló que esta declaración no necesita ser corregida, que fue malinterpretada y sacada de contexto porque la dijo bromeando y sin pensarlo abordo de un autobús con sus compañeros de equipo.
En el episodio cinco del documental, a mi gusto uno de los más atractivos por la explicación de cómo se construyó la mercadotécnica alrededor de su figura y el éxito mediático e internacional de la NBA a través del Dream Team de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, la estrella del baloncesto comenta que su madre le pidió hacer un anuncio para apoyar la candidatura de Harvey Gantt, a lo que se negó porque no lo conocía, pero a cambió dio una contribución para mostrar su apoyo.
Esto no elimina el “ya lo pasado pasado” porque Jordan perdió credibilidad con la comunidad afroamericana y con mucha gente que lo admiraba, quienes como el ex presidente Barack Obama, se dieron cuenta de su desinterés por la política y el bienestar social, y lo ubicaron como una figura que se mantuvo siempre al margen de estos temas, poniendo en primer lugar su profesionalismo en la cancha, su imagen y sus negocios.
A pesar de que con esta actitud se alejó de ejemplos comprometidos como el del boxeador Muhammad Ali, a quien admira por haber sido una persona combatiente, la popularidad de Michael Jordan permaneció en los más altos niveles, quizá porque inteligentemente su estrategia de distanciamiento social y político le dio resultados envidiables para cualquier atleta, y lo convirtió en un ejemplo histórico de excelencia en el deporte.
¿No es esto lo que se le exige a un atleta de alto rendimiento? ¿Compromiso al 100% con su trabajo para permanecer alejado de distracciones que afecten su rendimiento? A veces la sociedad y los fanáticos, en nuestro empeño por inmortalizar al deportista, terminamos presionándolo para que sea perfecto, y en esta empresa de buenas intenciones, perdemos de vista que el deporte es un espectáculo en el que, las respuestas de la vida, la mayoría de las veces salen sobrando.
Michael Jordan lo hizo así, ganó todo lo que pudo individual y colectivamente, afirmó que no le ajustaba el traje de activista pero que le embonaba a la perfección el jersey y los sneakers de basquetbolista, y a eso se dedicó, a edificar una brillante carrera en el mundo de las clavadas.
El 25 de agosto de 1977, mi padre Francisco Ponce escribió en su columna Marcador de la revista Proceso sobre la construcción de identidad en los ídolos del deporte “la gente admite a sus ídolos deportivos con sus defectos porque entonces son alcanzables y se produce el fenómeno de la identidad, relación fundamental que une al sagrado y a su rebaño”.
Y en párrafos siguientes remató hablando de los casos de los boxeadores mexicanos José “Toluco” López y Rubén “El Púas” Olivares: “pero no debemos olvidar que el exceso y el abuso de algunas actitudes puede conducir al ídolo a su automarginalización, cuando su vida se convierte en un vicio que los seguidores desaprobarían como una conducta permanente. Y ello fue lo que acabó con el Toluco y lo que está acabando con lo que queda de Olivares: llega un momento en que nadie le hace caso, se diluye la identidad: muchas parrandas y muchas derrotas van en el mismo camino: la destrucción del mito.”
Nadie más alejado de esta destrucción del héroe sin capa que Michael Jordan, todo lo contrario, y a diferencia de lo que pasa con muchos deportistas contemporáneos que no encuentran la entereza mental ni física para mantener una carrera ejemplar, Air Jordan se reconstruye sin fecha de caducidad.
“Mi forma de jugar era mi mayor publicidad. Lo que hice en la cancha, mi dedicación al juego, me llevó a todo lo demás. Créeme, si yo hubiera promediado dos puntos, tres rebotes, no habría firmado nada con nadie. Mi forma de jugar hablaba por mí”, afirma MJ en el mismo episodio cinco del documental de 10 capítulos disponible en Netflix.
La mentalidad ganadora, el exagerado autoestima y la filosofía de vida del deportista, se resumen en el libro I Can´t Accept Not Trying publicado en 1994, que en sus propias palabras, comparte los seis elementos que marcaron sus ideas: metas, temores, deberes, trabajo en equipo, fundamentos y liderazgo.
El documento de 36 páginas fue el preámbulo de su regreso triunfal a la NBA, después del amargo paso por las Grandes Ligas de Béisbol vistiendo el uniforme de los Medias Blancas de Chicago. En él, se encuentran también consejos de emprendimiento de cómo sobreponerse al fracaso, cómo enfrentar las adversidades y no perder de vista los objetivos personales.
“No existe diferencia entre hacer un negocio o realizar una tarea escolar. Si haces todo lo necesario, los demás está fuera de tu alcance. Puede ser que a los clientes les guste tu presentación y puede ser que no. Todo queda en manos del cliente, el comprador o el maestro”, comenta Jordan.
“Puedo aceptar el fracaso. Todos fallamos en algo. Lo que no puedo aceptar es dejar de intentarlo. Por ello nunca tuve temor para incursionar en el béisbol. Yo no podía decir: no lo intentaré por temor a no lograrlo. No importa si ganas o pierdes, mientras pongas todo tu corazón en lo que hagas y trabajes al 110 por ciento”, es decir, cuando le “echas ganas” y te quitas el miedo, el éxito viene solo.
El regreso a la vida pública de Michael Jordan con The Last Dance y esta nueva versión participativa en contra del racismo en Estados Unidos que promueve la unión social, representa otra canasta de tres puntos en el historial intachable de uno de los ejemplos más destacados en el deporte.