Como el Ave Fénix, Johnny Lawrence pudo renacer de sus cenizas: se sobrpuso a la derrota ante Daniel LaRusso, el abandono de su Sensei, la muerte de su madre y un matrimonio fracasado. Y todo gracias a que el Karate lo ayudó a confiar en él.
Si bien la serie de Netflix es una comedia de acción con tintes telenovelescos tiene momentos sumamente emotivos que van de la nostalgia a la redención, pasando por desenlaces de comedia romántica, que convierten a la serie en algo adorable. No es de las mejores series pero en un balance general está bastante bien. Y parte de sus aciertos tiene que ver con el destino del protagonista: Johnny Lawrence (William Zabka).
En el capítulo final vemos que cada integrante del elenco cierra un ciclo y obtiene una recompensa: Larusso se convierte en Sensei y su familia fortalece sus lazos; Sam y Miguel pasarán el verano juntos en Okinawa; Robbie y Tory inician su carrera como súper estrellas del Karate; Chosen regresa a su hogar, y Johnny … pues él recupera Cobra Kai y a sí mismo. Por cierto, la secuencia de estos desenlaces la vemos musicalizada con el clásico “Sweet Child O’Mine” de Guns n’ Roses.
Al final, Cobra Kai parte del supuesto en que todos debemos ser nosotros mismos para ser mejores personas, y que para esto existen varios caminos. Johnny lo entiende en la batalla final cuando está a punto de perder contra el Sensei Lobo: el protagonista está perdiendo por seguir el camino de MIyagi Dojo, que no forma parte de su esencia. Sin embargo, esto no será suficiente pues el entendimiento del estilo Miyagi le dará una ventaja final con su oponente. Y es que justo en el punto final, cuando el marcador está 2 a 2, Johnny recuerda la manera en que le ganó Daniel LaRusso (Ralph Maccio) con su patada de gruya. En unos segundos y a través de un flash back, Johnny entiende que no siempre debe atacar primero. Ahí es cuando Johnny no sólo se redime sino que se convierte en un verdadero Sensei.
Por su parte, Daniel se convierte en un verdadero Sensei cuando descubre que Johnny no podrá ganarle a Lobo si sigue al pie de la letra las enseñanzas de Miyagi, y entonces le pregunta: ¿Para qué Dojo estás peleando? Y la recuerda a Johnny los valores de Cobra Kai.
Y si bien al final de la historia, Johnny trata de justificar de manera forzada las tres reglas de su Dojo (Ataca primero, ataca con fuerza y sin piededad) y hacerlas ver que quizá no son tan duras como parecen o como solían ser, se le perdona al personaje quien luego de bullear a sus nuevos pupilos sonríe como sabiendo que esto que está haciendo no debe tomarse tan en serio.
Fuera de lo anterior, el final de la serie resulta satisfactorio al mostrarnos que siempre hay varios caminos para poder crecer y salir adelante, y que uno no tiene que ser un cretino para sobresalir. La defensa y el ataque (LaRusso y Lawrence), deben de estar en prefecto equilibrio.
De todos los guiños cargados de nostalgia que la serie nos entregó, sólo faltó la participación del personaje interpretado por Hillawy Swank en Karate Kid 4, pero bueno, no se puede todo.
Descanse en paz el señor Miyagi (Pat Morita). Y también que descanse en paz Karate Kid y Cobra Kai. No vayan a arruinar la saga con alguna secuela. Aunque la posibilidad de una precuela que nos cuente la vida de Miyagi no estaría tan mal.