Jesús (Juan Jesús Varela) y su mejor amigo deciden irse de su pueblo en Guanajuato para emigrar a los Estados Unidos. Después de meses sin noticias de su hijo adolescente y ante la ineficacia de las autoridades para buscarlo, Magdalena (Mercedes Hernández) inicia un peregrinaje a la frontera norte con la esperanza de encontrar a Jesús. Así comienza Sin señas particulares, la ópera prima de Fernanda Valadez.
Con la primera secuencia en la que se enlaza la partida de los adolescentes y sus madres en el Ministerio Público recibiendo la noticia del hallazgo del cadáver del amigo de Jesús, pareciera que la película tomara la crudeza y realismo del episodio “Caridad” (Jorge Fons), de la clásica Fe, esperanza y caridad (1974), sin embargo, la directora mezcla elementos oníricos y surrealistas, los cuales quedan remarcados con la excelente fotografía, dando como resultado bella y a la vez cruda película.
La forma en que es retratado el fuego de las chimeneas y fogatas, ilustra de manera perfecta como ese elemento sirve para crear y destruir cosas que amamos, siendo el segundo al que más importancia se le da, al asociarlo con el Diablo, una de las máximas representaciones del mal dentro de la cultura occidental, cuya presencia podría explicar el final de la cinta.
Durante su camino, Magadelana se topa con Miguel (David Illescas), un joven recién deportado, que busca volver a casa de su madre. Durante su viaje, recorren lugares abandonados, que recuerdan a la fantasmal Comala, resultando inevitable, además de ver los paralelismos entre las vidas de Jesús y David, notar los del viaje de Magdalena con el de Pedro Páramo, pues ambos empiezan a confundir sus sueños y recuerdos con la realidad.
Quizás la mayor fortaleza de la cinta es que logra transmitir todos los estragos que sufren los pequeños pueblos por el crimen organizado —ya sea por las grandes cantidades de pobladores que han emigrado, o por los que se han unido al narcotráfico— sin usar diálogos expositivos, en su lugar, la directora usa el manejo de cámara y los gestos de sus actores para transmitir a los espectadores el miedo y dolor de las situaciones que viven.
En una época en que se critica al cine y televisión nacional por la sobre explotación del tema del narcotráfico, la película de Valadez es refrescante al enfocarse en sus consecuencias y mostrarnos que es posible seguir bebiendo del mismo tema, sin caer en lo gráfico de cintas como El infierno (Estrada 2010) y Heli (Escalante, 2013), logrando así tener una voz propia.