por Miguel Mora
[av_dropcap1]E[/av_dropcap1]n la cinta libanesa El insulto, una ofensa dicha en un momento de cólera es el preámbulo del argumento que utiliza el director Ziad Doueiri para elaborar un guion minucioso sobre un asunto que aparentemente no tiene salida.
El insulto (L’insulte, Líbano,2017) dirigida por Doueiri y coescrita por él y su ex-esposa, Joelle Touma, es un drama judicial en ascenso que va de lo más simple a lo más complejo dentro los traumas nacionales en el Líbano.
Situada en un barrio residencial de Beirut, dos personajes que representan partes antagónicas de la historia de la ciudad se confrontan por un imprevisto.
Tony Hanna (Adel Karam), un simpatizante del partido cristiano Libanés, derrama accidentalmente un poco de agua desde el desagüe de su balcón a una cuadrilla de construcción liderada por Yasser Salameh (Kamel El Basha), un capataz de obra de origen palestino.
El incidente se convierte en un problema y, sin saberlo, antes de entablar conversación ya se odian, esto imposibilita una solución pacífica. Ante el reclamo de Yasser, Tony no hace más que darle un portazo en la cara. Al poco tiempo, Yasser realiza la reparación del vertedero sin consultarlo, esto enfurece a Tony quien rompe a martillazos la tubería recién instalada. El incidente termina con una ofensa que Yasser inflige a Tony : “maldito idiota”.
A partir de ahí, se desata un infierno, este insulto pone en movimiento el resto de la historia, Tony exige una disculpa, el jefe de Yasser intenta disuadirlo para hacerlo y todo parece indicar que el conflicto se va a resolver, pero cuando llega el momento, no puede disculparse. Pronto la situación va escalando y se convierte en una serie de agresiones y ofensas graves que terminarán enfrentándolos en los juzgados.
El problema adquiere proporciones nacionales cuando los medios de comunicación difunden el hecho, el ambiente hierve, no solo en los juzgados, también hay disturbios en las calles y se abre un segundo juicio en busca de una solución.
A esta altura, la película cobra otra dimensión, el público comienza a entender que no es casualidad el encono que surge entre los dos: por un lado, Tony pertenece al mundo cristiano que representa un 40% de la población de Líbano y Yasser a los refugiados palestinos musulmanes que forman parte de más del 10% de la población total de ese país. Los dos bandos son contrarios y representan agravios de medio siglo de guerras civiles.
Mientras se realiza el segundo juicio, el conflicto se ha convertido en una causa partidaria para sus respectivos intereses. Tony es representado por un equipo legal del ala cristiana encabezada por el abogado Wajdi Wehbe (Camille Salameh) y la defensa de Yasser Salameh, la encabeza Nadine Wehbe ( Diamad Bou Abboud) una brillante joven abogada de izquierda liberal, que entre otras cosas es hija del litigante Wehbe.
El juicio se desarrolla en medio de estallidos violentos tanto en la sala del tribunal como en el exterior. El ambiente es muy volátil: se vislumbra otro enfrentamiento en el Medio Oriente. Toni y Yasser se ven obligados a entenderse para no desencadenar una guerra porque se dan cuenta que la situación los rebasa.
El insulto es una cinta con un guion muy estudiado en donde el director se queda en segundo plano para dar lugar a la historia: no hay cabida a propuestas que distraigan la tensión dramática, en ese sentido, el trabajo de Doueiri es extraordinario. El director simplemente es un guardián de la trama que en todo momento está puesto a su disposición.
Esta disciplina cinematográfica está apoyada con la fotografía a cargo de Tommaso Fiorilli, un experto cinefotógrafo que no se excede en los recursos visuales para unirse a la labor titánica de su director en contar una historia importante en tiempo y forma.
La película es una coproducción entre Líbano, Francia y Bélgica y se proyectó en el 74º Festival Internacional de Cine de Venecia, donde el actor Kamel El Basha ganó la Copa Volpi . También fue nominada para el Oscar en la categoría de mejor película de lengua extranjera.