por Miguel Mora
[av_dropcap1]N[/av_dropcap1]o siempre las herencias son recibidas como una gratificación para continuar prosperando en la vida gracias al legado familiar. En ocasiones la dote puede ser una condena que pasa de generación en generación, éste es el tema de Cuervos (Korparna, Suecia, 2017), primer largometraje de ficción del fotógrafo y cineasta Jens Aussr, que plantea con sencillez un drama rural.
Basado en la novela homónima de Tomas Bannerhed, el relato se ubica en Suecia a fines de la década de 1970 en una granja en medio de la nada. Todo gira en torno a una lucha contra la naturaleza, el personaje principal Agne (Reine Brynolfsson) es un granjero arraigado a la tierra que batalla desesperadamente por mantener una propiedad vasta en pie y productiva.
No obstante, el futuro tecnológico se cierne sobre las comunidades rurales, impidiéndole progresar por sí mismo. Este personaje lleva encima todo el peso familiar para ocuparse en producir los cultivos que necesitan para sobrevivir. Mientras tanto, su hijo mayor Klas (Jacob Nordström) dedica su tiempo a la contemplación de las aves utilizando un monocular.
La situación se vuelve crítica cuando el parotagonista, desalentado por la dura realidad, decide que su hijo se hará cargo del lugar. Entre ellos se crea una discrepancia que se acrecienta por la imposición laboral que forma parte de la tradición familiar. Agne comienza a ejercer mayor presión para que Klas cambie su actitud expectante.
En medio de los dos subsiste la actitud conciliadora de la madre y esposa, Gärd (Maria Heiskanen), que trata de difundir su comprensión y apoyo a las aspiraciones del hijo para que salga de la granja y dedique su vida a la observación de las aves de manera profesional.
El conflicto crece con la mortandad del ganado que desata una crisis paranóica en el patriarca, alterando profundamente la vida de todos los miembros de la familia.
Narrada con una tensión silenciosa, lenta, pero muy contundente, la película nos muestra el deterioro mental de Agne que no logra contener su ira porque no logra asimilar el destino que le ha asignado la vida para continuar con su labor solo.
En un acto irracional, llega a la automutilación cercenándose un dedo de la mano derecha con una sierra para cortar madera. Este trance es mostrado con frialdad, para reafirmar la conducta psicópata del personaje, es un mensaje para que se cumpla con el legado familiar de heredar la granja a su primogénito.
Al final, la tragedia contenida hace que el círculo se cierre, todo indica que Klas pasará el resto de sus días confinado en una prisión que depende de los caprichos de la naturaleza.
Esta cinta puede ser vista desde varios ángulos, por un lado las imágenes estáticas llenas de contenido visual que aportan a la trama una calma aparente. Pero por otro, las actuaciones sin diálogos que resaltan el aislamiento tanto del escenario como de los personajes que intervienen.
La labor cinematográfica de Assur aunada a la fotografía a cargo Jonas Alarik a lo largo del metraje, logra imprimir fuerza y significado a cada emplazamiento, creando composiciones que permanecen en la mente del espectador.
Cuervos es un trabajo destacado, que reúne varios talentos, como el de los actores Reine Brynolfsson (Agne), Jacob Nordström (Klas), Maria Heiskanen (Gärd), además del pasado fotográfico del propio director Jens Assur, que demuestra su capacidad para contar una historia en imágenes.
La cinta fue distinguida con los premios Guldbagge a mejor música original por el Instituto Sueco del Cine en 2018, en 2017 obtuvo el Premio Golden Prometheus a la mejor película en el Festival Internacional de Cine de Tiflis, Georgia, además el Premio Golden Alexander “Theo Angelopoulos” a mejor película en el Festival Internacional de Cine de Tesalónica, Grecia.