En algunas producciones, el papel del vestuario es enfatizado para lograr envolver al espectador en la historia, vincularlo con los personajes y aclarar algunos puntos clave del contexto. ¿Cómo olvidarlo en todas la producciones de Peter Greenaway o Wes Anderson? Ahora, me gustaría adentrarme en el vestuario de la magnifica serie The Handmaid’s Tale.
La idea original del vestuario fue de la escritora Margaret Atwood, quien tuvo esta poderosa visión para fortalecer los argumentos de la historia escrita en 1985. La visión de Atwood fue impecablemente llevada a la pantalla chica por la vestuarista Ane Crabtree, de la mano del creador de la serie Bruce Miller.
La división tan finamente descrita en la serie sobre la población femenina, permite entender la minimización de las mujeres que es parte fundamental de la ideología planteada en la historia como la fuerza gobernante en un futuro cercano. Las mujeres están simplificadas a: Handmaids (criadas), mujeres fértiles señaladas en rojo; las mujeres que las controlan (Aunts), que van en un riguroso verde militar; las Marthas o sirvientas, que usan gris, y las Esposas de los gobernantes, que cuentan con mayor variedad de modelos, pero solo autorizadas a usarlos en una paleta de verde pardo. Los hombres, en su mayoría, van de negro.
Tanto Marthas como Handmaids están obligadas a usar paliacates y gorros, respectivamente, con lo que son despojadas aún más de su individualidad. Muy revelador resulta el hecho de que cada clasificación tiene su inspiración en una época distinta: las Marthas y Handmaids son más del siglo XIX (pioneros), mientras que las esposas y mujeres militares, hacia la década de los 40 y 50.
Las lecturas de todo esto son muy bastas, por un lado es claro que la ropa nos da identidad, nos sirve como medio de comunicación y nos cobija. Pero esto se ve trastocado por completo para todos —especialmente para las mujeres— con el nuevo régimen descrito tan vívidamente por Atwood y Crabtree. Los colores poseen un poder simbólico: por ejemplo, el rojo de la fertilidad y la sexualidad para las Handmaids, el gris discreto casi imperceptible para las Marthas (servicio doméstico) y el negro solemne y poderoso para los hombres.
Por otro lado, resulta interesante la “reversibilidad” de este recurso, y es que al tratar de nulificarlas, las unifican; les permiten el don de no ser distinguibles con facilidad pero les otorgan el poder de una masa. La vestimenta se convierte en una cárcel no elegida, no confortable, impuesta y rigurosa que forma parte del horror de la época planteada.
Evidentemente lo anterior funciona con tanta fuerza porque es parte de un todo espectacularmente realizado: una ambientación exquisita, actuaciones maravillosas y una fotografía sublime. Sin duda, una de las mejores producciones de este año
Por último, les dejo un ejemplo que me encanta sobre el papel de la vestimenta fuera de las pantallas. La protesta que llevó a cabo el Planned Parenthood en Washington DC en junio de este año, muestra a las participantes (mujeres) vistiendo las túnicas rojas y los gorros de The Handmaid’s Tale, como ícono de la represión que puede existir hacia la mujer por parte de la sociedad. ¿Qué más se le puede pedir a esta maravillosa historia?