por Concepción Moreno
[av_dropcap1]P[/av_dropcap1]hilipp Winkler es un escritor sobresaliente. La primera escena de su novela Hooligan (Premio a primera novela en Alemania, 2016) es una joya: dos grupos de jóvenes se encuentran en un claro de una zona boscosa. Heiko, nuestro protagonista, juguetea con su protector bocal. ¿Para qué lo necesita? Porque ha llegado la hora de los trancazos.Los dos grupos pertenecen a las porras de dos equipos alemanes de futbol. Son los ultras que hay en todo estadio de fut. Se encuentran en lugares apartados para una batalla campal, verdadera cámara húngara, donde solo el más fuerte prevalece. Quince hombres de cada lado, reglas estrictas, y hambre de sangre. Heiko y su banda van de rojo: el color de su equipo de futbol.
Así es la vida de Heiko. Él y sus compadres (Jojo, Ulf y Kai) son de extracción obrera. No tienen futuro ni esperanzas de encontrarlo. Solo les interesa el próximo partido con la próxima madriza asegurada. Son soldados de juguete. Axel, el tío de Heiko, es el líder del grupo y el que cobra las apuestas.
Todo sucede en la ciudad de Hannover, en una Alemania que lucha por su identidad en el siglo XXI. Heiko fuma sus cigarrillos mientras piensa, de manera muy íntima, en cómo escapar. Aunque sabe que no hay manera. De todos modos, Axel quiere dejarle el tinglado (no solo las peleas entre hooligans, también un gimnasio de boxeo con cierto éxito) y a ese futuro se aferra.
La novela es una delicia. Parece un Club de la pelea pero sin las chorradas filosóficas. Si fuera película, si director perfecto sería Ken Loach, con esa sensibilidad para las historias del proletariado que han marcado la filmografía del director inglés.
La vida de Heiko no podría ser más desesperanzadora: sin madre, un padre alcohólico, una hermana a la que detesta y ahí perdida, Mie, una joven que el padre se trajo como souvenir de unas vacaciones en Tailandia. Está claro que en casa no encuentra ningún sentido de pertenencia. Es el futbol, las peleas y sus amigos lo único que puede darle el gas para seguir adelante.
Hay varios momentos conmovedores. En cierto momento Heiko y sus amigos van a la tumba de un compañero muerto a los 17 años. Ninguno se siente cómodo ante la tumba, pero tampoco se sienten bien dejando abandonado al soldado caído. Le dejan una corona con los colores del equipo de Hannover, se fuman un cigarro y se van con la desazón a la más cercana cantina (un billar, en realidad), pensando en concertar el próximo encuentro con la banda del equipo de Colonia.
La violencia en el futbol tiene esquinas que van más allá del radicalismo. Hay una fruición por la pertenencia, una reunión de sentimientos de jóvenes que no tienen más horizontes que el próximo partido y la consiguiente pelea con los del otro lado del estadio. En esa cancha son guerreros, conocen la euforia de la violencia, de la victoria.
Además, Hooligan, publicada en español por Alianza de Novelas, es una de las novelas más entretenidas con las que se encontrarán este verano en la mesa de novedades. No tiene esquina: la narración va de escena en acción a otra.
Winkler es un talento. Habrá que estar atentos a su siguiente novela. Hooligan es una debut fulgurante. Una novela para no perdérsela.