Tower (2016), dirigido por Keith Maitland, fusiona la animación y el live action en una obra capaz de estremecerte hasta las lágrimas, casi tanto como La tumba de las luciérnagas o Vals con Bashir.
Tower combina los géneros que más me apasionan: la animación y el documental. Y aunque aparentemente son dos géneros completamente opuestos, existen intrépidos genios que los han fusionado obteniendo productos audiovisuales de gran potencia que se quedarían cortos de haber sido realizados en live action.
Hablo de filmes como Waking life (2001), dirigida por Richard Linklater que utilizó la técnica de rotoscopiado a través de la que se agregaron líneas y color a cada fotograma, dando como resultado una experiencia visual cercana a la de estar dentro de un sueño.
Tower, recién nominada al Óscar como mejor documental, narra uno de los primeros tiroteos ocurridos en una escuela estadounidense. En el verano de 1966, Charles Whitman subió a la Torre de la Universidad de Texas en Austin y comenzó a disparar a los transeúntes, asesinando a 16 personas. Maitland no nos cuenta —como haría cualquier documental— quién era Whitman y por qué hizo lo que hizo, más bien, la trama atiende a las historias en tierra, recogiendo los testimonios de supervivientes, héroes y curiosos que vivieron ese infierno de casi dos horas en lo que parecía un día normal y caluroso.
Haciendo uso de la técnica preferida de Linklater (Waking life y A Scanner Darkly), la película fue filmada recreando los hechos con actores reales para luego pasar por el rotoscopio, complementando estas escenas con los testimonios de los supervivientes en live action, cosa que impacta al espectador. Maitland orquesta todo para hacernos sentir el dolor, la esperanza, la solidaridad, la pérdida, el paso del tiempo y el valor de cada vida humana.
Muy recomendable.