por Miguel Mora
[av_dropcap1]A[/av_dropcap1]lgo que puede ser interpretado como un simple error, se convierte en un embrollo que deriva en una especie de pesadilla en donde no se sabe qué parte es alucinación o simplemente una realidad absurda creada por los grandes consorcios del turismo.Tiempo compartido (México, 2018) la segunda entrega del realizador Sebastián Hofmann, escrita en colaboración con Julio Chavezmontes, es una reflexión que nos invita a pensar hasta dónde pueden llegar los vendedores de espacios compartidos con tal de enjaretarnos una ilusión en algún lugar del mundo.
Ubicada en la zona costera del pacífico mexicano, la historia arranca con la llegada de una pequeña familia, conformada por una pareja y su hijo, a la villa de un hotel “paradisiaco” para “supuestamente” disfrutar de sus vacaciones.
Pedro (Luis Gerardo Méndez) piensa pasar unos días de descanso con su esposa Eva (Cassandra Ciangherotti) y su hijo, al que cariñosamente le llaman “Ratón”. La entrada triunfal al lugar que habrán de ocupar dura pocos minutos antes de ser sorprendidos por Abel (Andrés Almeida ) y su familia que reclaman el espació para ocuparlo.
Es evidente que sobrevendieron lugares, un error administrativo omitió la doble reservación. Aunque la situación es incómoda, todo se lleva a cabo en un tono amable y respetuoso. Tanto Abel como Pedro acuden a las oficinas administrativas para aclarar el enredo.
Lo absurdo de la situación es que no hay salida porque ni en el resort ni en la ciudad hay habitaciones disponibles y, aunque en un estilo cordial, Moisés (Hugo Albores), el encargado de la gerencia, explica que la única forma de solucionar el problema es que las dos familias convivan en la misma villa, Pedro se niega a aceptarlo, él exige que recibir un trato justo por el pago que realizó. Sin embargo para su sorpresa, Abel no sólo accede, sino que está dispuesto a convivir con su familia y la de su vecino el resto de las vacaciones. Obligado por las circunstancias Pedro no tiene más que acceder.
A partir de ahí la narración se desenvuelve a través de todas las actividades que tiene planeadas la empresa Everfields, un consorcio estadunidense que ha adquirido el hotel.
Paralelamente en la película se desarrolla la historia de Andrés (Miguel Rodarte) y su esposa Gloria (Montserrat Marañón). Los dos han trabajado durante más de 20 años para la empresa. Pero a diferencia de Gloria, Andrés ha descendido de categoría, vive relegado en los sótanos de las instalaciones encargándose de la lavandería. Esta disparidad hace que su relación sea lúgubre y superficial. Tom (RJ Mitte), el nuevo administrador impuesto por el monopolio gringo con sede en Tucson, hace que Gloria se sienta hipnotizada por las perspectivas de superación que le brinda Everfields vendiendo tiempos compartidos.
La narrativa de Hofmann continúa involucrándose en momentos que rayan en el surrealismo, en donde las familias de Abel y de Pedro son sometidos a reuniones eternas escuchando cosas sin sentido, para que Gloria pueda convencerlos de comprar a la eternidad un tiempo compartido.
Es en este punto de la historia nos damos cuenta que todo está manejado por una especie de logia comandada por Tom como su gran gurú, que controla al grupo de ventas encargado de magnetizar a los turistas con el objetivo de embarcarlos para que hipotequen su dinero con ellos.
En medio de este trance, vemos a Andrés luchar por recuperar a su esposa, al mismo tiempo que Pedro trata de recuperar a su familia de la sugestión colectiva, los dos unen fuerzas e intentan dar un vuelco a la historia.
Tiempo compartido goza de muchos aciertos, entre otros la fotografía a cargo de Matias Penachino, que aprovecha el lugar para lograr imágenes que perduran en el espectador, como los reflejos en el agua, los desplazamientos largos en corredores y espacios muy bien aprovechados, acompañados de una buena dirección de arte que logra tonalidades pastel descoloridas.
Sin duda es un trabajo bien cuidado, pero por desgracia no logra convencer, un poco se debe a que el argumento impide a los personajes traspasar una realidad convencional, de tal manera que las actuaciones a pesar de estar a cargo de buenos actores, no conectan con el principal que es Luis Gerardo Méndez, y esto se debe un poco a que el actor todavía sigue atrapado en una parte de su personaje de Nosotros los Nobles y Club de Cuervos.
Sin embargo el trabajo de Sebastián Hofmann, promete, sin duda es un director con buena óptica, que cumple con un buen diseño que a futuro le rendirán muchos beneficios.
Tiempo compartido ganó el premio especial al mejor guion en el festival de Sundance, también fue nominada a los premios Ariel a Mejor Actriz, Mejor película y Mejor guión original.