por Miguel Mora
[av_dropcap1]P[/av_dropcap1]orto (2016) nos muestra un encuentro involuntario que toma dimensiones inesperadas dentro de la historia íntima de una pareja. La fuerza del recuerdo de momentos apasionados, los une en el tiempo y la cinta lo muestra como una historia no lineal que narra los momentos de los dos jóvenes desde sus muy particulares puntos de vista.
La ciudad portuguesa de Oporto fue la elegida por Gabe Klinger, director y escritor, que, en colaboración con Larry Gross, nos muestra un divertimento cinematográfico con sentido dramático que pocas veces vemos en el cine. La historia en sí es efímera, pero la manera de abordarla la convierte en una pieza única donde permanece latente el recuerdo de un pasado inalcanzable.
Todo comienza con el encuentro fortuito de Jake (Anton Yelchin) y Mati (Lucie Lucas) en un extraño lugar donde se realizan excavaciones arqueológicas. Luego, la casualidad los vuelve a reunir en una taberna y la ocasión los aproxima un poco más; por último, se reúnen en un tranquilo bar.
En realidad, no hay ninguna explicación para la atracción fugaz que experimentan estos dos personajes, sólo el acercamiento inesperado que desemboca en una pasión momentánea. Pero lo interesante de la estructura narrativa radica en eso: cómo contar algo intangible que sólo puede ser mencionado como la historia de una añoranza. En concreto, la historia no es otra cosa que el recuerdo de un encuentro circunstancial en la vida de dos desconocidos.
Contada en tres partes o capítulos, primero nos muestra la versión de Jake, que cambiará cuando cambie el capítulo y veremos la versión de Mati, para después ver la de los dos. Lo sorprendente de todo esto es que la progresión dramática no importa, entre otras cosas porque se trata de la evocación de cada uno de los personajes que cuenta cómo vivió esa breve pasión.
Gabe Klinger aprovecha esta situación para jugar con el tiempo y, narrando de una manera poco convencional, utiliza tres formatos: 35mm, 16mm y súper 8, además de timelapses que le van muy bien a la historia porque hace pensar al espectador que está inmerso en la memoria de los protagonistas.
Porto tiene el acierto de tener como escenario las calles de Oporto, dándole un toque nostálgico y romántico a la cinta, por eso cuando en uno de los saltos narrativos en donde Kilneger nos lleva al futuro, vemos a Jake que sigue siendo parte del lugar como si la ciudad se lo hubiera tragado y lo obligara a deambular eternamente en busca de sus recuerdos. Sin embargo, Mati ha cambiado y lo demuestra en su rencuentro con Jake donde se hace evidente la imposibilidad de revivir esa pasión remota.
Porto puede ser vista como una película que sostiene la aseveración del azar que mantiene el principio de que en algún lugar del mundo existen dos seres destinados a encontrarse irremediablemente y completar una parte de sus vidas.
Las actuaciones de Anton Yelchin (quien falleció recientemente en un extraño accidente) y Lucie Lucas, una mujer con una belleza deslumbrante, son sólidas y convincentes, además de la labor del cinefotógrafo Wyatt Garfield que demuestra el dominio de los materiales al cambiar de formato (35 mm, 16 mm y Super 8 mm), además de marcar el presente con un grano reventado en un cuadro tradicional y presentar una versión más nítida del pasado con el panorámico .
La producción ejecutiva de Porto la llevó a cabo Jim Jarmusch en colaboración con Chantal Akerman. Se estrenó en la sección Nuevos Directores en el 64 Festival de San Sebastián, BFI London Film Festival y Zürich Film Festival.