La cinta estelarizada por Justin Timberlake y el pequeño Ryder Allen llamada Palmer, es una conmovedora historia de redención y reconstrucción masculina a través de ese lado femenino que yace también en los hombres.
El director Fisher Stevens nos cuenta esta historia sin estorbosos diálogos expositivos relacionados con temas de género o corrección política; sólo nos muestra a dos seres humanos que se encuentran y se transforman a través del amor incondicional. No hacen falta discursos de ningún tipo para entender la problemática de los personajes. Todo discurso está inmerso en las acciones de los personajes y los eventos que los afectan.
La historia gira en torno a un sujeto llamado Palmer (Timberlake), quien acaba de salir de prisión luego de 12 años por intento de asesinato. Con semblante taciturno y una tupida barba regresa con su abuela al pueblo donde creció en donde buscará la manera de comenzar de nuevo.
Conseguir un trabajo podría ser complicado dado sus antecedentes penales —además de estar en libertad condicional—, lo cual genera suspicacia en los posibles empleadores. Sin embargo, Palmer no baja los brazos y consigue ser aceptado en la conserjería de la escuela primaria de su localidad, gracias a sus ganas de un nuevo comienzo, a la reputación de su abuela (quien va a la iglesia todo los domingos) y del voto de confianza del jefe conserje de la escuela.
Palmer se topará con un elemento extra en su vida: un adorable niño llamado Sam, quien vive con su madre drogadicta (Juno Temple) y el amante abusivo de ésta en un trailer Park estacionado en el jardin de su abuela.
Lo que surge como un encuentro casual entre ambos, se va convirtiendo en la piedra angular de la cinta: la vida de Palmer se predefinirá con la intromisión de Sam en su vida.
La película no se trata sobre la típica relación de un adulto irresponsable que se vuelve responsable por el amor a un niño, y es que Palmer ya tomó la decisión de ir por el buen camino y ser responsable pero algo le falta a su vida, algo que la haga un poco menos amarga. Y no necesariamente es una mujer, aunque ayudaría.
Claro, Sam no lo sabe pero resulta que la respuesta es Sam, un niño que no es como cualquier otro ya que tiene un lado femenino muy desarrollado: juega con muñecas y quiere ser parte del club de hadas de su show favorito de televisión.
El punto de contacto de ambos personajes es la discriminación, claro, con sus respectivas diferencias.
El endurecido corazón de Palmer se irá ablandando y abriendo poco a poco con la candidez de Sam; el instinto protector y paternalista de nuestro protagonista saldrá a relucir y chocará con ese lado iracundo y violento, y de pronto, la vida de Palmer tendrá un nuevo sentido. Y es que Sam necesita guía y protección en mundo que lo atacará con fuerza sólo por ser diferente.
La situación no será tan sencilla para Palmer y Sam, puesto que el primero no es el padre del niño, ni su tutor legal; además deberá de enfrentarse al estigma de su libertad condicional y pasado carcelario.
La dupla Timberlake-Allen es genial: el primer conteniendo sus emociones todo momento, que llegan a explotar de manera violenta; el otro, desparpajado y sensible, expresando su gozo sin empacho.
Palmer es una cinta poderosa de segundas oportunidades, sublimación de la ira y el resentimiento; de las diferentes formas de ser hombre y del amor incondicional. Por momentos muy cargada el melodrama, y para algunos podría resultar un poco cursi, pero es una historia hermosa al final de cuentas, que arroja un poco de luz en momentos de oscuridad.