por Jonathan Mata Richardson
La cinta La casa con un reloj en sus paredes (EU, 2018) fue dirigida por Eli Roth (Hostal, Death Wish), quien a pesar de estar consolidado en el género del horror, hace su debut en una producción clasificación A con excelentes resultados.
Lewis (Owen Vaccaro) es un niño que recientemente perdió a sus padres en un accidente y no tiene a nadie más en el mundo que a su tío Jonathan (Jack Black), a quien acaba de conocer. El joven viaja a New Zebedee (ciudad ficticia inventada por John Bellairs), donde vivirá en una gran mansión al lado de su tío.
El tío Jonathan no vive solo, lo acompaña la señora Zimmerman (Cate Blanchett), con quien lleva una amistad basada en insultos mutuos y sobrenombres. Lewis se da cuenta muy pronto de que la casa no es normal, y es que además de estar plagada de relojes y muñecos, en ella pasan toda clase de eventos mágicos.
En su primera noche en la vieja casona, Lewis descubre a su tío siguiendo la pista de un estruendoso tic tac que parece provenir de la entrañas de la construcción. Al ser descubierto, Jonathan le confiesa que él y la señora Zimmerman son hechiceros, y está buscando un reloj que fue oculto en la casa por un mago amigo suyo, ya fallecido, que quiso jugarle una broma.
Que los sillones caminen y los vitrales cambien de forma, parece ser lo de menos en la vida del niño, quien se enfrenta al rechazo de sus nuevos compañeros de escuela, que lo califican de freak. El único que parece aceptar a Lewis es Tarby (Sunny Suljic), uno de los estudiantes populares que busca ser el presidente de la clase.
El tío Jonathan se muestra permisivo en todo sentido con su joven sobrino, y la única regla que le impone es la de no abrir una vieja gaveta. Después de un tiempo, Tarby comienza a comportarse de un modo totalmente distinto con Lewis, quien para intentar mantener su amistad lo invita a la casa, pero el visitante rompe las reglas y abre la puerta prohibida. El contenido guardado desatará un evento que ni el tío Jonathan ni la señora Zimmerman podrán controlar.
La película es una adaptación del libro de 1973, The House with a Clock in Its Walls, escrito por John Bellairs, cuya obra sirvió de gran inspiración para J.K. Rowling y su mundo mágico. En un principio la película nos envuelve en una atmosfera similar a la de Harry Potter: un chico normal que descubre un mundo mágico, pero poco a poco eso se olvida y se vuelve más interesante al plantear la idea de que cualquiera puede acceder a la magia.
Aunque parezca que Jack Black y Cate Blanchett pertenecen a ligas distintas, la interacción entre ambos se vuelve entrañable. Blanchett nos regala un personaje maravilloso que llena la pantalla con su sola presencia y, por su parte, Black, desarrolla una versión más madura de su eterno personaje, cosa que hace bastante bien.
El punto más débil de la cinta es quizá la necedad de meter chistes simplones (sobre caca, pues) que no son necesarios y que dejan de ser divertidos después de la primera vez.
Es un filme divertido, ejecutado de forma sencilla y carente de pretensiones en el que la mano de Roth se nota de modo positivo ya que su vasta experiencia en el género de horror condimenta muy bien la atmósfera de la cinta e impide que se convierta en un producto dietético.
La casa con un reloj en sus paredes es el mejor ejemplo de que el trabajo de muchos autores que publicaron su obra en un mundo que no sobreprotegía al público debe mantenerse viva y sin temor, porque al final del día las buenas historias llegarán a donde tienen que llegar a pesar de los vicios sociales en turno.