El Caballero Verde, dirigida por David Lowery, está basada en el poema medieval de las Tierras Medias, considerado por varios como el mejor romance de la Inglaterra medieval a pesar de haber estado perdido por varios siglos y haber sido rescatado hasta el siglo XIX.
La película ocurre en el universo de los mitos artúricos, donde Gawain (Dev Patel), sobrino del rey, pasa su existencia tomando y visitando a su amada prostituta, Essel (Alicia Vikander), para matar el tiempo. Su existencia permanece así hasta el festín del 25 de diciembre en Camelot. Durante esa celebración, los caballeros disfrutan de un banquete con el rey y la reina cuando irrumpe el misterioso Caballero Verde. El forastero, de apariencia siniestra pero poderosa, reta a los invitados a mostrar su valentía y aceptar un juego.
Dicho juego consiste en que, quien acepte, podrá darle un golpe al Caballero Verde con su hacha verde. Sin embargo, de no caer, el Caballero Verde podrá devolver el mismo golpe. El rey, viejo y acabado, busca entre sus caballeros a uno valiente, pero sólo su sobrino Gawain responde al llamado. El joven coge el hacha y, para su sorpresa, el extraño se hinca y coloca la cabeza sin resistencia. Gawain decapita al Caballero Verde pero no muere y le dice al caballero que lo espera en la capilla verde en un año.
Pasado el año, Gawain parte a la capilla verde para experimentar aventuras y encuentros en el camino.
La belleza cinematográfica de esta cinta es imperdible. El cinefotógrafo Andrew Droz Palermo logra crear un poema visual en un paisaje invernal repleto de árboles muertos y páramos siniestros, el escenario por excelencia de la Bretaña del horror y los cuentos fantasmales. La foto va de la mano de la historia.
El estilo de fotografía es similar al de Dark Fantasy europeo, muy bien ejemplificado en filmes como Excalibur (Reino Unido, 1981) y Valhalla Rising (2009), donde vemos neblina por doquier, paisajes invernales de la tierra moribunda, gris y ocre, donde no existe noción primaveral ni esperanza.
En estos paisajes viaja Gawain, junto a su corcel y un mágico zorro que es de los mejores personajes CG de los últimos tiempos, su animación casi idéntica a la del animal real es algo épico en el reino de la animación.
Pero los exteriores no son lo único magnífico, las tomas en interior tienen una iluminación basada en la luz solar que entra por las ventanas medievales y crea una sensación de perdición. A pesar de que son grandes, la luz es gris y refleja muerte: un motif importante a lo largo de la película.
Otro aspecto digno de mención en este cuento de hadas negro es el de diseño sonoro, gracias al cual se crea tensión en varias escenas, sobre todo cuando el Caballero Verde se presenta ante la corte real. Sus pasos y los de sus caballos tienen una pesadez que pertenece a gigantes, seres no humanos que dejan detrás el vibrar de cada uno de sus pasos. Es un eco, grave.
La música por Daniel Hart, cuerdas siniestras, señala que no estamos inmersos en algo intenso y lúgubre. Las piezas forman parte de la herencia de cintas art house europeas de décadas pasadas, pesimistas sin duda, pero con una sinceridad que es difícil para creadores estadounidenses actuales. De hecho, la música y la fotografía son claves para saber que el realizador sigue los pasos de las escuelas del viejo continente.
En cuanto al trabajo del director David Lowery, construye su historia con una mitología popular que no evidencia de manera directa, ya que asume que todo mundo debería conocer el mito del Rey Arturo. Lowery sabe lo que hace, tan es así que se da permiso de hacer un guiño metanarrativo al dar un papel al actor Joel Edgerton, quien hizo de Sir Gawain en Rey Arturo (2004).
Sería injusto no mencionar las actuaciones, pero sobre todo las de Sean Harris y Kate Dickie, ambos veteranos que salen como el rey y la reina y se llevan la película, proyectan fortaleza moral, sin dejar de mostrarse de carne y hueso.
El Caballero Verde es un viaje onírico a los romances de caballería que se estrenará en el país en los siguientes meses. No es para todos ya que pide pasión y compromiso del espectador pero es una joya.