por Miguel Mora Vargas
[av_dropcap1]U[/av_dropcap1]na película que lleva más de cuatro décadas moviéndose de un lado a otro, entre oficinas, salas de edición y manos ajenas, ahora se puede ver con un simple click.
Al otro lado del viento (The Other Side of the Wind, EU, Irán, Francia, 2018), la última aventura cinematográfica de Orson Welles, concebida para reivindicarse y volver a consagrarse en la industria de Hollywood, ha sido estrenada recientemente a través de Netflix el pasado 2 de noviembre.
Una cinta inédita considerada por muchos el más grande legado del destacado cineasta norteamericano Orson Welles, escrita por él en colaboración con la que fuera su última pareja sentimental, Oja Kodar (que forma parte del reparto), y dirigida por él mismo.
Filmada entre 1970 y 1976 en diferentes sitios, la película tuvo un nutrido grupo de participantes, a lo largo del tortuoso rodaje. La historia cuenta el regreso de un mítico director llamado JJ “Jake” Hannaford (John Huston) que vuelve a Hollywood después de varios años con planes para completar su obra inconclusa también titulada Al otro lado del viento.
Todo se desarrolla en el último día de vida de Hannaford que murió en un accidente automovilístico al cumplir los 70 años. En un principio, vemos el final de un día de filmación en los estudios, poco después, la producción completa se traslada a un rancho de Arizona para festejar el cumpleaños del director. El momento es aprovechado para proyectar algunas partes incomprensibles de un primer armado del film experimental de Hannaford para atraer el financiamiento y terminar el rodaje.
Curiosamente, este momento en donde se proyecta la película dentro de la película, es una metáfora de lo que en realidad sucedió cuando Orson Welles intentó por última vez hacer cine.
La historia avanza gracias a la narrativa de Brooks Otterlake (Peter Bogdanovich) y Billy Boyle (Norman Foster), un ex niño estrella del cine que también está en la fiesta, ambos hacen un intento de describir lo que se ve en la proyección.
El lugar está plagado de periodistas que hacen cuestionamientos de todo tipo al director, todos son gente destacada del cine, varios reconocidos como Juliette Riche (Susan Strasberg) que hace el papel de una crítica famosa: es una fiesta con verdaderas personalidades de la industria tanto en la película como en la vida real. Estos momentos son captados por varias cámaras a manera de reportaje, son tomas en blanco y negro que alternan con las tomas a color proyectadas en la pantalla donde se ve el corte del director festejando.
En el transcurso de la fiesta, se descubre que el protagonista Jhon Dale (Bob Random) abandonó la filmación en el set disgustado en medio de una escena de sexo, cuestión que agrava la situación de la película.
La historia da un vuelco cuando por una serie de cortes de energía se interrumpe la proyección en el lugar y se desplazan a un cine vacío donde concluye la función, todo queda en el aire, no se sabe que va a pasar. Entonces, Hannaford regresa al rancho y toma el auto deportivo con el cual habrá de hallar su fatal destino.
Muy aparte de lo que pueda significar la película para el público cinéfilo, hay una historia de sacrificio y terror en torno a la producción y el desarrollo del rodaje.
En 1970 cuando empezó la filmación, Welles ponía dinero de su propio bolsillo para poder rodar con un equipo mínimo, además de recurrir a sus amigos para que redujeran su salario como técnicos y actores para poder filmar, pero en breve la situación se volvió insostenible y tuvo que acudir al financiamiento del productor español Andrés Vicente Gómez, que pronto lo abandonó, y también a la familia francesa Taittinger, que también se desentendió del proyecto.
Poco tiempo después, encontró apoyo con inversores iraníes, pero debido a los problemas políticos del país dejaron de financiarlo en 1976. Esta debacle terminó con problemas legales provocando que el negativo permaneciera por mucho tiempo sellado en una bóveda de París.
48 años después, se pudo completar la película gracias a la colaboración de Peter Bogdanovich y su equipo que contaban con abundantes notas del propio Welles, y la edición de los primeros 40 minutos que él mismo realizara tiempo atrás, todo esto ayudó a lograr un montaje final, que es el que ahora se puede apreciar en Netflix.
Sobre la fotografía se rescata el comentario del mismo John Huston que es el actor principal, al decir que tiene un estilo muy poco convencional, los pasos del color al blanco y negro con diversas cámaras en mano, dan una variedad de efectos que se podrían catalogar como Fellinescos sin perder la perspectiva de que son en realidad de Orson Welles.
Al otro lado del viento es una película que causa controversia a pesar de la distancia que existe desde haber sido concebida y rodada hasta ahora.
Queda al público cinéfilo tomar una postura sobre el resultado, pero, sin lugar a dudas, es un producto diferente que cuenta con solvencia cinematográfica para impactar. Una película libre en la que el propio Welles comunicó a sus actores que dijeran lo que quisieran siempre y cuando no perdieran la idea principal; lo mismo hizo con la fotografía.
Sin duda, estamos ante un producto muy especial que el espectador puede juzgar a su gusto y sacar sus propias conclusiones. Una película apta para los admiradores de la carera de Orson Welles.