La tarde del viernes 30 de septiembre de 1955 en una carretera de California, James Dean perdió la vida. Estrelló su Porche 550 Spyder bautizado como “Pequeño Bastardo” contra un vehículo Ford al intentar esquivarlo en un cruce hacia la ciudad de Salinas. Tenía 24 años.
En ese momento, Warner Bros. había estrenado en cine solo una de las tres películas que hizo: Al Este del Paraíso. Sin embargo, los reflectores de la industria y la prensa ya estaban sobre el joven actor, que se dio un respiro de los foros de grabación para asistir a una competencia de autos de carreras programada para el 1 y 2 de octubre de ese mismo año. La velocidad fue una de sus pasiones y su gran tragedia, que lo dejó sepultado para siempre en su propio mito. Casi dos semanas antes del accidente, terminó la filmación de Gigante, su última película.
Para entonces, el público y la gente comenzaban a descubrir el fenómeno llamado James Dean, al mismo tiempo que recibían la noticia de que había fallecido. Era algo que simplemente no querían escuchar.
Después de perder la vida, James Byron Dean se convirtió en ícono de Hollywood y símbolo de la cultura popular. Para los adolescentes, encarnó en Rebelde Sin Causa, su segunda cinta, el sentir de una juventud clasemediera incomprendida, papel que le daría un lugar privilegiado como uno de los actores más queridos y recordados del cine.
Este 2020 se cumplen 65 años de la muerte del legendario artista y hasta la fecha, se han publicado innumerables artículos, biografías, documentales y fábulas alrededor de su persona que tratan de descifrar lo imposible, y ayudan con el tiempo, a reforzar su grandeza y su estatus de leyenda.
Dicen que Jimmy llegó a Hollywood en el momento preciso en que la industria del entretenimiento buscaba desesperadamente una nueva estrella. Se le comparaba con Marlon Brando y se le cuestionaba por su forma de actuar extravagante, impredecible y visualmente atractiva.
En el libro The Mutant King, una biografía escrita por David Dalton en 1974, se lee en palabras del propio Dean:
“La gente me decía que me comportaba como Brando antes de saber yo quién era Brando. No me perturba la comparación ni me halaga. Tengo mis propias rebeliones y no tengo que depender de las de Brando. Sin embargo, es cierto que constantemente les recuerdo a él. La gente descubre semejanzas: los dos crecimos en granjas, nos vestimos como nos da la gana, andamos en moto y trabajamos para Elia Kazan (director de Al Este del Paraíso). Como actor no tengo ningún deseo de comportarme como Brando, y tampoco lo intento. Sin embargo, es muy difícil no quedar impresionado, no llevar la imagen de un actor tan exitoso. Pero eso es todo. Siento dentro de mí que hay expresiones igualmente válidas y tendré unos años para desarrollar mi propio estilo.”
A diferencia de estrellas consolidadas de la época con largas carreras en la industria como Clark Gable que hizo 67 películas o Humphrey Bogart que apareció en 80 producciones, la carrera cinematográfica de James Dean duró solo 16 meses, tiempo suficiente para desarrollar el estilo que prometió, y lograr así, inmortalizar su trabajo en tres magníficas interpretaciones que combinan ternura y violencia.
James Dean, la promesa, se transformó de un momento a otro en el nuevo ídolo americano, en un símbolo de juventud, rebelión y cambio adolescente, que acompañó a toda una generación de la mano de la figura que sintetizó el movimiento con rock and roll: Elvis Presley.
Del nacido un 8 de febrero de 1931 en Marion, Indiana, se dicen cualquier cantidad de cosas y se especulan otras más. Uno de los principales debates es su sexualidad, si era o no una persona gay. Sus relaciones con Dizzy Sheridan, Christine White, Barbara Glenn, Pier Angeli, Lori Nelson y Betsy Palmer parecen negar esta teoría, pero en el libro biográfico El Boulevard de los Sueños Rotos de 1994, Paul Alexander exhibe la homosexualidad del actor, muy a pesar de que amigos y gente cercana negaron siquiera la posibilidad.
El cantante Sammy Davis Jr. dijo sobre su amigo durante una entrevista a Peter Lawford en un programa para la televisión:
“Es muy extraño. Si reúnes a cuatro o cinco personas que conocían a Jim, todos tienen alguna historia que contar. Todo el mundo tiene algo que decir. Pero si las pones todas juntas, parece como estuvieran hablando de cuatro o cinco personas distintas, salvo por un detalle aquí y otro allá.”
Y añadió:
“Creo que a Jimmy se le tiene mucha envidia. Mucha envidia en el sentido de: ¿Por qué tiene tanta admiración? ¿Por qué años después de su muerte la gente sigue sintiendo una atracción hacia él? Solo hay dos personas en el mundo que yo recuerde, en toda mi vida, que crearan eso en la industria. Una fue Marilyn Monroe y la otra fue James Dean.”
Si James Dean era homosexual o no, es de poca importancia, pero es un reflejo de su magnetismo y la ambiciosa necesidad mediática por explicar a detalle la leyenda del actor, que 65 años después de su partida, permanece inalcanzable.
Su madre falleció de cáncer cuando él tenía 9 años y fue ella quien lo iniciaría en la música y las artes en California. Después, su padre lo envió a Indiana con familiares que lo educaron y lo procuraron como a un hijo. Para Jimmy, la decisión se sintió como un rechazo paternal que jamás entendería. Desde entonces, la relación con su padre fue confusa, distante y se perdió con el tiempo.
Los fantasmas de su niñez y adolescencia lo acompañaron a todas partes. Su personalidad, al igual que su actuación explosiva y cambiante, fueron un reflejo de su búsqueda por maquillar las heridas y encontrar las respuestas emocionales de la vida.
James Dean fue un tipo carismático y multifacético que destacó en la escuela de Fairmount en Indiana jugando basquetbol, béisbol y ganando concursos de declamación teatral. Participó en una obra estudiantil vestido de Frankenstein, dibujaba en sus tiempos libres y su primer trabajo en televisión fue en un comercial de Pepsi-Cola, le pagaron 30 dólares. También alcanzó Broadway en Nueva York y ganó en su debut como piloto una competencia de carreras en Palm Springs, California, en marzo de 1955. Dicen que aquel, fue uno de los días más felices de su vida. “En las carreras, es el único lugar donde encuentro esperanza”, afirmaría el actor.
Personas que lo conocieron señalan que no era un rebelde sin causa sino todo lo contrario, una persona que buscaba la aceptación de los demás, ser escuchado y el cariño de la gente. Las respuestas al fenómeno social titulado James Dean siguen siendo un misterio. ¿Qué simboliza? ¿Qué representa para la gente? ¿Por qué es un ídolo? ¿Y qué le da vigencia a la leyenda?
Para mí, James Dean se asemeja a un héroe. Es esa figura idealizada con características admirables y culturalmente afines a ciertos grupos de personas. En sus interpretaciones inmortalizó a tres personajes llenos vida y emoción, que combinados con su encanto y atractivo personal, quedaron sellados con broche de oro en la historia de Hollywood.
El escritor e investigador estadounidense, Phil Cousineau, no pudo definirlo mejor durante una entrevista cuando habló sobre las características de los superhéroes:
“Si miras a un héroe, mucho comportamiento heroico es una compensación. Todos los héroes están heridos e incompletos. Un héroe es un personaje incompleto. Un héroe es alguien que está atrapado ¿Y cómo logras liberarte? Te embarcas en un viaje, te lanzas a la aventura y en busca de desafíos.”
Así fue la vida de James Dean, una aventura heroica que duró solo 24 años.