Reseña de la serie Sin querer queriendo, una bioserie de Roberto Gómez Bolaños mejor conocido como Chespirito.
El mensaje que manda la serie Sin querer queriendo es un tanto ambiguo, pero parece ser el siguiente: es la historia de un hombre que luego de abandonar a su familia y traicionar la confianza de su equipo de trabajo, fue recompensado con el amor de su vida, y una estela de éxito que duró casi 15 años más luego de los hechos de la serie.
Y es ambiguo porque … ¿no se supone que nos emocione que el protagonista sea feliz? ¿O que el malo tenga un final un tanto amargo? Pues aquí no, Chespirito perdió pero no perdió. Con lo cual la historia se cae de manera importante (desde los últimos 3 episodios). Y en un balance final, debo decir que Sin querer queriendo no termina siendo una buena serie. Si acaso algo regular.
El personaje principal de la historia, Roberto Gómez Bolaños (Pablo Cruz) termina casándose con la villana de la historia Maggie (Bárbara López), luego de convertirse en un marido y padre ausente. No fue porque su mujer lo tratara mal, sino porque su mente pasaba más tiempo en su trabajo que con su familia, la cual se había convertido en parte de su inventario cotidiano. Es decir, la dio por sentado. Y su mujer le reclamaba de manera lógica. Así que cuando la separación con su esposa Graciela (Paulina Dávila) llega, pues no se siente que sea algo doloroso sino mas bien incómodo.
Las cosas se ponen un poco más difíciles cuando el dueño de la televisora agenda a Roberto y a su equipo de trabajo un compromiso de tintes políticos en Colombia. Y es que el evento choca con una reunión que él tenía con el grupo de sus amigos de adolescencia, Los Aracuanes. Y al parecer esto si le llega de manera profunda y lo hace reflexionar por primera vez, ya al final de la historia, que ya no tiene control de su vida. Es decir, no fue tan grave perderse los eventos de sus hijos, pero no ir a una fiesta de sus amigos… impensable.
Resulta interesante notar que Roberto dice no tener control de su vida, pero durante toda la serie se ha mostrado reacio y terco en el manejo de sus personajes y su comedia, gracias a lo cual pudo llegar a la cima.
Lo anterior convierte al personaje principal en un cretino, quien posteriormente, no podrá decir por si mismo dejar a su mujer e irse con la personaje que dice amar (Maggie), sino es porque la primera lo echa de la casa. Al final de cuentas, perder a su familia no se ve que le halla afectado tanto… y bueno, terminó con la mujer que ama, con quien parece ser el amor de su vida. Eso es lo que se maneja en la serie.
El comportamiento de Maggie nunca es explicado, ella parece ser calculadora así sin más. anduvo con Marcos (Juan Lecanda), con Mariano (Rolando Breme), —el director del programa—, y luego con Roberto. Y bueno, pues se quedó con quien más le convenía y disfrutó de las mieles de la fama por muchos años. Y si bien, luego de que Maggie y Roberto abrieran su relación el programa perdió a Marcos, Ramón y al mismo Mariano, pues el show siguió por muchos años con la suficiente fama como para permitir que la pareja disfrutara de sus ganancias, regalías, rentas, lo que sea.
El personaje de Maggie funciona como un personaje disruptor que enrarece el ambiente junto con Marcos, y las decisiones de Roberto no ayudan así que Ramón y Mariano termina siendo daños colaterales. Lo que aquí muestra Roberto es falta de liderazgo pero en ningún momento lo percibimos como una persona desleal a su equipo de trabajo —aunque en la vida real se perciba lo contrario—, pero bueno, para efectos de la serie no tiene mucha relevancia.
Al final, la serie vale más por toda la narrativa que generó en las redes sociales, todos esos chismes sobre Florinda Meza, la ingratitud de Carlos Villagrán o el derecho de Maria Antonieta de las Nieves de quedarse con los derechos de la Chilindrina; el dinero que tenía Roberto en comparación con el dinero que ganaron sus compañeros. Pero por si sola, Sin querer queriendo muestra a un personaje tibio que al final, debe dejar a su familia por la fama y el éxito. No se ve como un final tan amargo porque al parecer el mundo en el que el personaje principal se queda es el mundo en donde desea vivir.
El final tampoco es algo que nos pueda emocionar ya que nuestra empatía está con Graciela, quien es la que mejor parada sale, y no con Roberto. La historia hubiera sido una mejor serie si el punto de la vista de la historia hubiera sido el de ella. Roberto tenía su genialidad y su mérito pero no resulta ser alguien querible. Y al final tampoco se busca la redención del personaje.
Sin querer queriendo se queda a medias, con gran producción, actuaciones pero con un guion que flaquea al final, y tira por la borda lo que pudo haber sido una gran serie con todo y los sesgos a la historia por parte de los hijos de Gómez Bolaños quienes dejaron bien parada a su madre pero le dieron “varios recargones” a la memoria de su padre.