por Fausto Ponce
[av_dropcap1]E[/av_dropcap1]ra la hora de dormir. Pasaba de las 9 de la noche y yo seguía viendo la televisión… estaba enganchado a una película de Luis Miguel, un dramón que me hizo llorar porque a su personaje le cortaban la pierna gracias a un tumor, y “ya nunca más volvería a correr por las praderas”. Y ya nunca más me volví a enganchar a este artista hasta que apareció la serie de Netflix.Antes de la película, seguramente había escuchado de él en el radio o lo había visto en algún programa de TV, pero nunca le había puesto atención. La cinta de la que hablo es Ya nunca más (1984), nombre también del álbum homónimo que daba título al filme, y que además tenía un sencillo del mismo nombre cuya interpretación en la cinta era el clímax de la trama.
Recuerdo que al día siguiente habíamos varios desvelados en la escuela primaria comentado la película. Creo que era 1985, yo tendría cerca de 7 años.
Ese primer contacto lo único que me dejó fue una sensación de hipocondria, sobre todo cuando tenía algún dolor en la pierna, no fuera a ser que me pasara como a Luismi. Luego de eso, nunca compré un disco ni escuché voluntariamente sus canciones en la radio; tampoco vi sus videos, pero como todos, conocía sus canciones. Y debo confesar que disfruté algunos de sus boleros, pero no podría llamarme fan.
Para mí, la figura de Luis Miguel como artista estuvo rodeada de prejuicios, y es que crecí cerca del rock y alejado del pop y de todas esas figuras plásticas, artistas prefabricados que había creado Televisa de la mano de Raúl Velasco y Siempre en domingo. Claro, no negaré que de niño tenía discos de Timbiriche y que me sabía algunas canciones de Flans y otros grupos de la época, pero conforme fui creciendo el pop fue quedando relegado.
Hasta mis treinta me volví un poco más flexible con respecto al género, y fue gracias a eso que ahora puedo apreciar la importancia de Luis Miguel como artista: su calidad vocal, el fenómeno de masas y la interesante y dolorosa historia de su vida plasmada en el libro Luis Miguel, la historia de Javier León Herrera, y por su puesto en la serie de Netflix.
Más allá de que me guste o no su música, Luismi posee una voz privilegiada cuya capacidad interpretativa lo llevó a conquistar Hispanoamérica; detrás de esa voz y ese talento existe una terrible historia de dolor, no muy distante a la que ha aquejado a los grandes artistas. Y es en el escenario y en su arte en donde todos ellos intentan sanar sus heridas, llenar sus vacíos ante un público que a veces se convierte en un monstruo que devora a sus ídolos.
Luis Miguel fue devorado por ese monstruo pero ahora parece que ha logrado escapar de sus entrañas y ha conseguido una segunda oportunidad. Ya veremos si ha aprendido la lección para que su brillo se extienda por muchos años más.
1 comment
Me pasa igual, Faus, yo nunca he sido fan de Luis Miguel pero siempre ha sido parte de ese ser colectivo con el que he crecido y sería mentira decir que no conoces sus canciones o que incluso muchas de ellas te gusten. Lo cierto es que desde niño ya era un talento y, como muchos otros niños prodigios, con una vida personal bastante dolorosa. Sobre todo la desaparición de su madre y ese misterio alrededor. Algo digno de contar junto con sus historias amorosas, sus momentos de éxito y hasta los tropiezos en su carrera.