De la India para el mundo llega la película Tigre Blanco (2021) del director Ramin Bahrani, una súper producción basada en la exitosa novela de 2008 del escritor Aravind Adiga, que lleva el mismo nombre y que ofrece una cruda pero atractiva mirada de la realidad social y el sistema de castas en este país asiático.
La cinta cuenta la historia en retrospectiva de Balram, interpretado magníficamente por Adarsh Gourav, un chico pobre que vive con su familia en Laxmangarh y quien anhela una vida mejor. Para salir de su situación y escapar de la pobreza en un sistema de castas anquilosado y esclavizante, Balram consigue trabajo como chofer de la familia de caciques que controla su pueblo, en la ciudad de Dhanbad. Es ahí donde conoce a su amo Ashok (Rajkummar Rao) y a su esposa Pinky (Priyanka Chopra), quienes han regresado a la India después de vivir en Estados Unidos.
Ashok es el hijo menor de esta familia de estafadores, que hacen negocios con el gobierno y que se convierten en la inspiración y el ejemplo a seguir del servicial Balram. En un abrir y cerrar de ojos, el mundo se expande para el protagonista, a quien su lealtad termina por jugarle una mala pasada.
Desde el principio se interpreta que en algún momento la trama dará un giro de 180 grados y que Balram, dejará de ser un hombre humilde para convertirse en todo un emprendedor seguro de sí mismo. Cuando esto sucede, el ritmo de la historia se acelera y comienza la verdadera transformación del personaje.
Balram, el narrador y el “héroe” de este cuento, nos dice que la India se compone de dos países: la India de la luz y la India de la oscuridad. Nos expone en dos horas con cinco minutos el porqué de sus decisiones, para justificarlas y mandarnos el recibo del sueño americano, porque al parecer, logró prosperar y tener éxito en su aventura.
De esta forma, Balram encarna la bonita leyenda oriental del tigre blanco y se convierte en ese animal mitológico que aparece una sola vez en cada generación, con el don de trascender sus circunstancias.
A pesar de que se trata del machacado argumento de cómo un golpe de suerte puede cambiar el destino de un individuo, Tigre Blanco sorprende por su propuesta visual y narrativa llena de claroscuros. Se agradece que la fotografía, a cargo de Paolo Carnera, haga lucir los paisajes y convierta el entorno en un personaje más. En este sentido, la cinta es un acierto porque logra acercar a la pantalla las relaciones humanas y la dinámica social de una cultura que en el mapa, parece tan lejana.
Esta producción tiene alcances internacionales y nos recuerda a películas como Slumdog Millionare (2008) y Lion (2016), que se asemejan en calidad y manufactura. Para darnos una idea, Tigre blanco tiene como productora ejecutiva a la reconocida directora y documentalista, Ava DuVernay (Selma, Enmienda XIII y Así nos ven), que fue una de las promotoras de la película previo a su estreno oficial por Netflix el pasado mes de enero.
Tigre Blanco consigue su objetivo como producto global. Es una película entretenida, fuerte y reveladora sobre la condición humana; una historia de supervivencia que aprovecha la ironía del sistema capitalista para darnos una lección. En palabras de Balram, Tigre Blanco es “la verdad sobre India a través de la historia de su vida”.