por Hugo “Poke” Juárez
Para este fin de año pedimos a nuestros colaboradores que escogieran las tres cosas del mundo del entretenimiento que más les gustaron. Aquí nuestra segunda entrega.
[av_dropcap2 color=”default” custom_bg=”#444444″]1[/av_dropcap2]God of War (PlayStation 4)
Estuve presente cuando Sony presentó oficialmente este juego al mundo. Era el E3 2016, durante el cual la compañía decidió realizar su conferencia en el Shrine Auditorium de Los Angeles, California. De repente todo se oscureció.
En las pantallas y en medio de las gradas aparecieron extraños símbolos que en un primer momento no reconocí, luego supe que eran runas. Comenzaron a sonar tambores y voces graves como salidas de una ópera del fin del mundo. Caía nieve. No entendía nada, hasta que salió él: de espaldas primero, pero luego pude ver su rostro, envejecido, con barba, en una extraña cabaña perdida, pero con los mismos ojos. No estaba solo: esta vez apareció un niño, era su hijo, sin nombre aún, con un arco. Ambos salieron de la cabaña y se enfrentaron a un troll. No podía creer lo que veía. Los escalofríos casi me hacen desmayarme. Gracias a Kamisama estaba sentado.
Era Kratos, el mismo que había barrido con el Olimpo, ahora en los albores del Ragnarok, junto con Atreus o Loki, su vástago. El 20 de abril de este año por fin terminé de entender lo que tenía frente a mis ojos en aquella presentación: se trataba del regreso de uno de los personajes más emblemáticos de los videojuegos, pero en muy radicales nuevas circunstancias que al principio me hicieron dudar, como a muchos otros.
Sin embargo, los temores pronto fueron acallados. El cambio de perspectiva no demeritó la acción ni las épicas batallas; la exploración mostró una nueva cara y Kratos, como personaje, alcanzó niveles que jamás me imaginé que podría alcanzar, y eso que ya estaba demasiado en alto. La profundidad que los escritores le dieron a la relación con su hijo me heló la piel como ningún otro producto mediático lo había logrado. Sin duda, este 2018 será recordado como el año en que God of War nos sorprendió como nunca antes a fans y extraños.
[av_dropcap2 color=”default” custom_bg=”#444444″]2[/av_dropcap2]The Haunting of Hill House (Netflix)
Me tardé un poco en entrar a la ola de esta serie, no sé si porque quería inconscientemente que bajara un poco el hype por ella o porque tenía muchos juegos que jugar, pero al final entré y ahora no quiero salir.
Como producto televisivo me pareció extraordinaria, y no sólo lo digo por el famoso episodio seis, que por sí mismo merece todos los aplausos, sino en general: la forma en la que está filmada, la edición, los efectos, los guiones, los diálogos, los monólogos, el diseño de sonido… The Haunting of Hill House está repleta de momentos y detalles que me hacen imposible dejar de pensar en ella, aun después de haberla visto hace varios días.
No sé a ustedes pero me encantó que no se centrara tanto en el terror, sino en el drama, lo cual me hizo recordar a Silent Hill (sí, otro “hill”), en donde el horror no es más que una mera envoltura que resguarda la naturaleza podrida y lamentable de los protagonistas. El aspecto psicológico de esta serie la hizo, para mí, inolvidable, ¡sin demeritar todo lo demás!
[av_dropcap2 color=”default” custom_bg=”#444444″]3[/av_dropcap2]Roma de Alfonso Cuarón
Seguramente muchos pondrán esta película en su top del año, pero aun así quise ponerla por todo lo que me hizo sentir y descubrir, y porque realmente recordaré el 2018 gracias a ella.
Cuarón consiguió, con una seductora simplicidad, que me enamorara en muchos niveles con esta película. A nivel intelectual, me sorprendió todo: que se saliera del lugar común hollywoodense, que me pusiera a pensar sobre un pasado que nunca viví, que revalorara a las mujeres que han sido la columna vertebral de mi vida, que redescubiera a la ciudad que tanto amodio.
A nivel sensorial, cada escena, cada detalle, cada sonido, cada corte, cada diálogo, cada simbolismo, cada risa y cada lágrima me hicieron viajar sin levantarme de la butaca, contemplar, suspirar, temer y asombrarme.
Cuarón demostró su dominio de muchos géneros y de muchas realidades. Roma es la definición perfecta de “película personal”, única y significativa, tal vez no para todo el mundo, pero sí para quien es el más importante: su autor. Y con eso me basta para apreciarla, porque su visión me hizo conocer muchos mundos y redescubrir otros.