por Miguel Mora
[av_dropcap1]T[/av_dropcap1]odos podemos perder la cabeza por ambición o por un arrebato, lo difícil es tener la calma para volver a colocarla en su sitio. Se necesita talento y un fino humor negro para abordar un asunto tan delicado y salir bien librado. Así sucede en Fecha de caducidad (México, 2011), película filmada en color, escrita por Alfonso Suárez y Kenya Márquez, dirigida por Kenya Márquez.
Situada en Guadalajara, Kenya Márquez nos cuenta una historia que podría suceder en cualquier punto de el país.
Desde un principio, vemos a Ramona (Ana Ofelia Murguía), una mujer viuda y abnegada cuya única misión en el mudo es cuidar de su hijo Osvaldo (Eduardo España), un patán, holgazán que pronto desaparece de escena y de su vida.
Ramona recorre angustiada todos los sitios posibles para localizarlo hasta llegar al depósito de cadáveres. Mientras espera a ser atendida, conversa con Genaro (Damián Alcázar), un hombre “multi-oficios”, de pelo grasoso y desaliñado que muestra dificultades al hablar. Genaro le extiende una tarjeta de presentación hecha a mano, explicando que puede hacer cualquier reparación. Sin embargo, Ramona está absorta y vive inmersa en sus angustias. Al entrar a la morgue, se concentra en los pies de los cadáveres, busca el dedo herido de su hijo porque recuerda un incidente que ella propició al cortarle las uñas. Sin embargo, todo resulta infructuoso.
Al salir del deposito, Milagros (Marta Aura), la secretaria encargada de la recepción, se conmueve por su desolación y le aconseja buscar a su vástago de otra manera, le sugiere sacar fotocopias con la fotografía de su hijo para pegarlas en donde todo mundo pueda verlas.
Pero el tiempo pasa y no hay respuesta , mientras tanto, llega a su edificio una joven extraña, Mariana (Marisol Centeno). Ramona vive en un laberinto lleno de confusiones y fantasías que son alimentadas por Milagros, la secretaria, y llega un momento en que su obsesión desmedida por la pérdida, la lleva a pensar que la aparición de la nueva inquilina es una señal de vida que le manda su familiar ausente. Pero de pronto todo cambia de rumbo, Ramona deduce que su hijo está muerto y comienzan las conjeturas aunadas a la impotencia para buscar un culpable, los consejos bien intencionados de Milagros hacen que la protagonista se embarque en una infinidad de suposiciones con respecto a la joven y su hijo Osvaldo.
Para aclarar la situación, la narrativa adquiere otro rumbo, la película es contada desde los puntos de vista de los tres personajes principales, cada uno muestra, a su manera, la versión de lo sucedido.
Las anécdotas se entrelazan con pasajes que solo los propios personajes saben: nos enteramos que Mariana es perseguida por su pasado, que busca refugio en Guadalajara para libarse de su verdugo. Genaro no es lo que parece, resulta ser un médico malogrado con conocimientos forenses que abandonó la carrera de medicina, es una persona de buenos sentimientos, ingenuo pero sin suerte y lo mejor que le ha pasado es encontrarse un auto destartalado al lado de su casa, en las afueras de la ciudad. Pero el hallazgo trae consigo un descubrimiento macabro, justo enfrente de la puerta del coche está la cabeza degollada del hijo de Ramona.
A partir de ahí, todo gira alrededor de la cabeza del occiso. Absurdamente, Genaro hace lo imposible por devolver la cabeza antes de que se descomponga, para él es como un estigma que debe concluir, como si para presentarse en la “otra vida” los muertos tuvieran que llegar de cuerpo completo. Su obsesión por devolverla lo lleva a su fatídico final.
Fecha de caducidad es un trabajo sobresaliente de la directora debutante Kenya Márquez, cuenta con momentos equiparables a cualquier gran cinematografía. Por un lado, narrar la historia desde los tres puntos de vista nos recuerda cintas como Fool for Love (EUA, 1985) de Robert Alman, en la que los personajes hacen lo mismo, cuentan su versión desde su ángulo, y por otro, la tétrica idea de la cabeza que viaja en una caja de cartón, nos recuerda a Barton Fink (EUA, 1991) de los hermanos Coen. Estos elementos y un buen reparto acompañado de una buena dirección hacen de la pieza un producto destacado.
Además, cabe señalar que los ambientes, tanto en los interiores como los exteriores, en donde se respira un aire sofocante, avejentado, con texturas cutres poco brillantes, están bien trabajados y logran la atmósfera deseada. En ese aspecto, la fotografía a cargo de Javier Morón es notable, desde los emplazamientos como la óptica siempre al servicio de la historia denotan el cuidado insistente del tratamiento de la imagen. Desde un principio hasta el final donde el revelado de la película pasó por el conocido proceso llamado Silver retain (retención de plata), el trabajo es impecable.
Fecha de caducidad es una película multipremiada, con 17 premios internacionales. Dentro de las distinciones que obtuvo están: mejor largometraje jalisciense en el 27· Festival Internacional de Cine en Guadalajara, mejor opera prima en el Festival de cine de Miami, premio especial del jurado en el Festival de cine en Moscú, premio a la mejor dirección en el Festival de cine Latinoamereicano en Huelva España, entre otros. En definitiva, es una cinta importante que se debe de ver.