Llega un hombre borracho acompañado de sus dos escoltas a hablar con otro hombre borracho acompañado de su esposa e hijo. El primero dice: “¿Qué? ¿No reconoces a la autoridad cuando la estás viendo?” El segundo contesta con displicencia: “¿Y qué quieres, ‘autoridad’…?”
—“Todo lo que es tuyo…”
Una casa en medio de un pueblo desolado y miserable, da a un barranco hermoso. Uno junto al océano, donde los riscos y las olas hacen simbiosis estética revelándose como bellezas surreales. A la redonda solo hay piedras, huesos, tierra y antenas de teléfono. Es todo lo que tiene nuestro protagonista, un pescador alcohólico, padre de familia que depende de lo poco que posee para sobrevivir y es lo que la autoridad le quiere arrebatar.
¿Cómo es que un simple pescador se enfrenta al aparato corrupto del titán todopoderoso? ¿Cómo se pelea con la maquinaria institucional invisible en la que confiamos nuestros derechos? Y la pregunta más importante que nos plantea Andrey Zvyagintsev en su película Leviatán (2014) es: ¿Qué harías tú, el espectador, impotente frente al cínico y violento atropello de lo que amas?
Pero el caso de este pescador es una obvia alusión a nosotros. El pueblo azotado por sátrapas autócratas. ¿Por qué digo nosotros si no mido 1.90, soy moreno y jamás he ido a Rusia? El director explora campos semánticos universales para todo humano existiendo en el siglo XXI. Los mismos elementos en estos sistemas de opresión, pintados por la película que aquejan a esa región, están presentes aquí en México y en muchas otras democracias frágiles.
Fue el caso de Ixtlahuacán de los Membrillos el que me recordó a la película. Verla me ayudó a aclarar el desdibujado estado de la realidad. Esta pesadilla protofascista distorsionada en la que, caciques mandan a matar gente sin consecuencia alguna, en la que se puede desaparecer jóvenes y que los bots se encarguen de convencer al público que fue lo correcto; en la que no podemos hacer mucho al respecto…
Esta situación es la extensión de un fenómeno global: solo una mecha encendida rumbo a un montón de dinamita. Otro síntoma de este malestar, una semana antes de esta tendencia, hubo otra indignante escena de abuso, control y poder. El tema de #ICantBreathe alcanzó una escala nueva en consecuencias a circunstancias como las de la película, que si se prolongan y descuidan, terminan por implosionar la estructura que provoca su desmantelamiento.
El pacto social implícito en el título de la obra, nos indica una perspectiva filosófica desde dónde partir. El planteamiento de que las cosas son así, se ha involucionado hacia el estado natural que se trataba de evitar.
La ausencia del Estado que condujo a nuestra disociación, aislamiento y, posteriormente, a nuestra desconfianza es evidente en la decadente relación con sus amigos y familia que lleva el personaje principal. Tanto la película como el libro de teoría política de Hobbes, escrito en 1651, comparten título con el nombre de un demonio. Descrito en la biblia como “un incomparable poder en la Tierra”, mismas que hacen alusión al sistema de gobierno de antaño, representado en la película por los cadáveres de gigantes que se niegan a desaparecer del panorama. Éste que hemos aceptado dizque de manera contractual, el leviatán al que cedemos nuestros derechos como garantía de la protección de ellos.
Sin embargo, personalmente, no sé por qué carajo basamos nuestro modus vivendi en la noción de tener un monstruo que sea responsable de nosotros. ¿No era mejor inspirarlo en un ente o criatura que no se dedicara a brutalizar y robar el alma de las personas?
El pacto de sumisión derivó en la traición de unas reglas que se acordaron mucho antes que nosotros y que, hoy en día, ya no son vigentes. La encrucijada abordada por el director muestra su sentir al respecto del tema. Todo intento por combatir se vuelve fútil y contraproducente cuando te enfrentas a los que prometieron procurarte.
La indefensión es el tema central del filme ruso. Curiosamente, a pesar de estar sometidos a un régimen inamovible, del que, por cierto, Zvyagintsev es muy crítico (incluso ha expresado su gran sorpresa por haber sido elegido para representar a su país en los Óscares), la historia está basada en un caso de Arizona en Estados Unidos. Como había mencionado, las temáticas aplican en casos cuasi idénticos y es la conexión entre éstos la que dibuja los paralelos en su cosmovisión.
Es donde el director hace la metódica disección del pequeño dictador. Así como Chaplin con “El Gran Dictador”, Andrey nos propone un tirano muy patético. Un lamentable hombre cualquiera con sobrepeso que pasa las noches perdido en el alcohol; indiferente, solitario y estúpido, parece tener su pueblo sumido en la miseria. Las únicas oportunidades que hay ahí son trabajar para el clérigo, el Estado o en la fábrica eviscerando peces. Este bravucón, duda tanto de sí mismo, que a menudo tiene que reafirmarse sus acciones y legitimidad con otra autoridad, ¡pero de índole moral! Es la iglesia la que termina por consolidar su falsa noción de dominio con cada atrocidad cometida. Es, decir, la que le reafirma que dios está de su lado.
Y, aunque no vamos a abordar temas teológicos en este escrito, la relación que guardan figuras de influencia con sus respectivos credos siempre es de complicidad. Una donde ambas partes se benefician de estar perdonándose e intercambiando favores. Por ejemplo, aterricemos la película otra vez en nuestro contexto. Tanto Trump, como Alfaro y Putin claman que “dios” los ha elegido para llevar a cabo sus mandatos…¿será coincidencia o solo excelentes habilidades de observación del autor?
Y aun, retratando la miseria, se pueden encontrar grandes toques de comedia en la cinta. Algunos de los mejores momentos son contradicciones implícitas en la toma, un lenguaje visual con divertidas referencias para quien sabe encontrarlas. Todas las oficinas y cuartos están vigilados por alguna personalidad que representa vigilancia sobre nosotros; ya sea Jesús, Putin o Gorbachov. El panopticon se materializa en un plano simbólico. Nunca se puede librar al control oficial, pero, para los sometidos, queda el consuelo de profanar en secreto sus imágenes, de burlarse de ellos en cada oportunidad.
Nos enfrenta a yuxtaposiciones irónicas. Un goce de la película es ver las secuencias de movimiento. Cómo se mueve cada personaje: unos caminan, a algunos los llevan, a otros se los llevan y los malos siempre van cómodos en caravanas de lujosos carros que, al manejar, rompen todas las reglas impuestas por ellos.
Otro gran momento es cuando nos encontramos acompañando al demandante en la corte, escuchando a las jueces declamar un torrente de dislates que nos deja igual que a nuestro personaje: vahídos ante el alud de palabras que forman oraciones carentes de sentido. Encriptado está, el lenguaje bajo el que nos regimos, no parecen poder descifrarlo ni aquellos que lo tienen que hacer valer.
El mundo puede ser un lugar horrible, complicado y desesperanzador para aquellos varados en el desconocimiento de un status quo defectuoso; es ésta la razón por la que se solapan y pasan desapercibidas tantas violaciones a nuestros derechos. A nuestra dignidad. El valor de conocer, resistir y exigir se manifiesta cuando detectamos nuestras fallas reflejadas en el arte. Con meticulosa atención al detalle, cuidadosa elaboración y muy intencionado mensaje, ésta es una oportunidad para aprender una o dos cosas de la desmitificación del poder que nos ofrece Andrey Zvyagintsev.
La película nos puede dejar grandes lecciones para romper nuestras cadenas y exigir #JusticiaParaGiovanni. Nos puede enseñar a lidiar con nuestro propio Leviatán.
Leviatán está disponible en Youtube y Google Play.