La película El Hoyo (2019), del director español Galder Gaztelu-Urrutia, ha causado revuelo y polémica desde su reciente estreno en Netflix. Para algunos, la cinta es una crítica intranscendente al sistema desigual capitalista y a sus esferas sociales, llena de lugares comunes, y, para otros como yo, es una experiencia cinematográfica interesante que invita al espectador a darle diferentes lecturas, con elementos a rescatar como la actuación de Iván Massagué que interpreta a Goreng, el personaje principal.
Más allá de las opiniones divididas, aquí en Alta Fidelidad desmenuzamos y explicamos el final de la cinta que, insisto, está abierto a la interpretación de cada persona.
¡Advertencia! a partir de ahora este texto contiene spoilers.
El Hoyo cuenta la vida dentro de una prisión o Centro Vertical de Autogestión, como le llaman los administrativos, con más de 300 niveles, en donde parejas de internos comparten, durante un mes, uno de los pisos para después intercambiar de nivel con otros compañeros.
Los reclusos llegan por distintas causas, incluso por voluntad propia y cada uno tiene su condena o tiempo de estancia. Al final, si logran sobrevivir, la recompensa es un título homologado, una especie de distinción otorgada por el sistema o gobierno para la reinserción social.
La primera escena de la película revela la dinámica del lugar. Trimagasi (Zorion Eguileor), personaje que tiene varias lecturas pero que, en general, representa el egoísmo capitalista, le explica a Goreng, su compañero recién ingresado del piso 48, que los ahí presentes solo tienen agua y comen de una plataforma que desciende del primer nivel.
Por unos segundos o minutos, pueden comer los alimentos que quieran sobre la plataforma pero nunca quedárselos, porque, de hacerlo, el sistema de calefacción los castigaría en automático con temperaturas extremas de calor o frío.
Conforme avanza la estructura, la comida se acaba y los de abajo se mueren de hambre, se suicidan o sobreviven practicando canibalismo. De acuerdo con Trimagasi, hay tres clases de personas en el hoyo: los de arriba, los de abajo y los que caen.
Esto no debería ser así, pues, en teoría, los platillos son suficientes para satisfacer el apetito de todos, sin embargo, esto es una utopía y la administración de alimentos no está en los planes de ningún interno. Primero yo, después, yo y al último yo.
Al hoyo se puede ingresar con cualquier objeto, desde una linterna, una soga o incluso mascotas. Hay quienes escogen armas, como Trimagasi, quien termina asesinado con su propio cuchillo. Por su parte, Goreng decide aventurarse con un libro: el clásico de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Éste es un elemento clave para entender o interpretar la película.
La locura consume a los reclusos poco a poco, sobre todo cuando despiertan en los niveles profundos, donde la comida solo existe en la imaginación como un sabroso recuerdo. A pesar de que el cuerpo humano puede resistir tomando agua sin comer durante un mes, la razón no existe cuando se trata de supervivencia, y al igual que el caballero andante, Don Quijote, Goreng descontextualiza la realidad y busca ponerse la capa de héroe para salvar al mundo.
El delirio en Goreng inicia cuando Trimagasi lo amarra en el nivel 171 y lo mutila para comer de su carne. Trimagasi pasa los días leyéndole El Quijote, la fascinante historia de caballería que el mismo Goreng llevó al hoyo y que, paradójicamente, termina por deschavetarlo.
Es en ese mismo nivel 171 que Trimagasi ve su suerte y es asesinado por Goreng con la ayuda de una misteriosa mujer de nombre Miharu (Alexandra Masangkay), que se desplaza entre niveles para encontrar el paradero de su supuesto hijo, algo que parece imposible porque las autoridades prohíben el ingreso a menores de edad.
La vida de Goreng se vuelve un martirio a pesar de que, en un futuro próximo, alcanza las mieles del nivel 6. Su estado físico y mental están deteriorados y Trimagasi se convierte en la consciencia que lo atormenta, algo así como el poeta Virgilio en la Divina Comedia de Dante Alighieri, y pasa a ser su guía particular por el infierno y el purgatorio para depositarlo, al final del camino, en la entrada del paraíso.
En su recorrido por el hoyo, Goreng conoce a un par de compañeros más. Primero a una mujer de nombre Imoguiri (Antonia San Juan) que pertenece a la administración y que tiene un perro de nombre Ramsés II (considerado por algunos historiadores como el faraón egipcio que liberó a los esclavos hebreos en el Éxodo de la Biblia). Ella trae un mensaje altruista y religioso: la solidaridad espontánea ocurrirá entre los presos por obra divina.
Imoguiri es quien selecciona a Goreng antes de su ingreso al hoyo y, como Dios que baja a la Tierra, también decide entrar al hoyo para transmitir su mensaje después de enterarse que tiene cáncer terminal. No es casualidad que compartan la celda 33, la edad de Cristo.
Ella se da cuenta de la cruda realidad y de que el mundo no es lo que parece cuando se ve detrás de un escritorio. Sus esfuerzos por cambiar las cosas son en vano y “fracasa” junto con su mensaje al suicidarse en el nivel 202. Sin embargo, deja una semilla que germina poco a poco en Goreng y que lo ilumina para hacerlo acreedor al título de Cristo, el mesías de El hoyo.
Es aquí, en el nivel 202, que Goreng pierde la cordura al vivenciar al 100 por ciento la experiencia gore de la prisión, come carne humana y se traga las páginas escritas por Miguel de Cervantes para sobrevivir.
Goreng también conoce a Baharat (Emilio Buale) en el nivel 6, uno de los escalafones más privilegiados. Con él, finalmente emprende un viaje al fondo de El hoyo para concientizar a los demás sobre la importancia de racionar la comida y mandar un mensaje de autoridad a la administración de este Centro Vertical de Autogestión.
Una vez envuelto en el papel de Don Quijote y mesías, junto a su fiel escudero Sancho Panza, representado por Baharat, Goreng descubre que la única manera de llegar hasta abajo y llevar el mensaje salvador, es desatando una guerra física y verbal contra los reclusos, pues éstos, viciados por el sistema, nunca van a entender ni aceptar el cambio.
En su descenso, un sabio en silla de ruedas los corrige y les dice que el mensaje no debe ir dirigido a la administración ya que ellos no tienen conciencia. En vez de eso, deberían conservar un platillo delicioso e impecablemente presentado para regresarlo intacto al nivel cero, donde se preparan los alimentos. Es así como una panna cotta pasa a ser el símbolo, el ideal que busca transformar la vida en el hoyo.
Después de una carnicería en 333 niveles, más de los que pensaban, consiguen llegar al fondo malheridos y exhaustos, chocando con una realidad dolorosa pero esperanzadora, pues ahí, en las entrañas de el hoyo, está una niña indefensa y escondida debajo de una cama.
Al final, Baharat muere desangrado y la niña, hambrienta, se come la panna cotta. Goreng, representado físicamente como un Cristo sangrante, la abraza y piensa en subir con ella hasta el nivel cero para completar su misión, pero Trimagasi aparece para informarle que la niña es el mensaje y que, como tal, no necesita acompañamiento.
Goreng se baja de la plataforma y se va con Trimagasi en forma de espíritu o fantasma, mientras la niña asciende a toda velocidad sobre la plataforma como la esperanza de cambio para un mundo nuevo.
Este desenlace tiene diferentes interpretaciones. Lo más inmediato es pensar que todo fue un sueño y que la locura, al igual que en Don Quijote, se apoderó de Goreng al grado de inventar en su mente las voces y los personajes que lo acompañaron en su travesía de héroe.
La niña también sería una alucinación para justificar su agonía y su muerte dentro de una prisión corrompida por el sistema, llámese como se llame, capitalismo o socialismo, donde la única realidad es la desigualdad humana.
El libro de Cervantes sirve para matizar la locura del personaje principal a lo largo de la película, y jugar con elementos de ficción y aventura entre la realidad y la imaginación. No olvidemos que Don Quijote empieza siendo un idealista y termina, al igual que Goreng, dándose cuenta de que está luchando contra una realidad imposible de vencer.
Otra forma de verlo es precisamente a través de los ideales o formas de pensamiento, representados principalmente por la panna cotta en el desenlace de la película. La gran idea de la panna cotta como el mensaje revolucionario para los cocineros del nivel cero, se desvanece cuando la niña hambrienta se la come e, inmediatamente, ella se convierte en el mensaje salvador. Aquí, la explicación sería que las ideas no son la clave para transformar al mundo, sino que son las personas y sus acciones lo que hará la diferencia.
Goreng recuerda unas líneas del libro del Quijote que dicen: “El grande que fuera vicioso será vicioso grande y el rico liberal será un avaro mendigo. Que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas como quiera, sino el saberlas bien gastar”. Así, Goreng resuelve el dilema dándole la panna cotta a la niña para comunicar el mensaje de que todos en el hoyo comieron, incluso la gente del último nivel.
En este sentido, Goreng representa la empatía y el sacrificio humano por los otros. Si existe un sistema o Dios capaz de crear un lugar así de perverso, también habrá hombres o mujeres que luchen hasta el final para proteger a los más indefensos, es decir, a la niña que está en lo más profundo del infierno. Y para agregar, la niña podría significar el feminismo y el futuro de una sociedad echada a perder.
Por el lado religioso, hay símbolos y referencias a lo largo de la película que dan significado a los personajes y a las situaciones. Los números, por ejemplo, juegan un papel interesante, empezando por el nivel 33, la edad de Cristo, que, como comentaba líneas arriba, es donde Goreng conoce a Imoguri, la iluminada. Pero además, el último piso es el 333, lo que quiere decir que, si hay dos personas por celda, existen 666 reclusos, nada más y nada menos que el número de la bestia.
Goreng es, en esta visión religiosa, el mesías en cuerpo y alma, y su transformación desde que conoce a Imoguri es indiscutible, aunque también tiene un parecido físico con el caballero Don Quijote de la Mancha: dos pájaros de un tiro.
Existe otra polémica que sugiere que la panna cotta fue la que regresó al nivel cero en lugar de la niña. Esto es porque en una escena poco antes de la mitad de la película, el jefe de cocina o chef, encuentra un cabello en una panna cotta mal hecha y está buscando entre sus cocineros al culpable.
El director Galder Gastelu-Urrutia ha señalado en entrevistas que la libre interpretación era justamente lo que buscaba, y que las conjeturas o metáforas repartidas a lo largo de la cinta buscan provocar y motivar al espectador a encontrar sus propias respuestas.
Como lo dije en un principio, esto solo es una forma de abordar el tema, lo importante es la opinión de ustedes.