por Concepción Moreno
[av_dropcap1]L[/av_dropcap1]a técnica narrativa del día que se repite una y otra vez se ha usado en varias películas. El ejemplo más notable es El día de la marmota (Grundhog Day), de Harold Raimis, con Jim Murray. Otros ejemplos recientes son las excelentes 8 minutos antes de morir, de Duncan Jones con Jake Gyllenhaal, y Al filo del mañana, con Tom Cruise.En general es un recurso que suele funcionar muy bien, aun cuando, irónicamente, lo hayamos visto una y otra y otra vez. Y es un truco que puede aplicarse a cintas de distintos géneros: mientras El día de la marmota es una comedia, ocho minutos antes de morir es Ciencia Ficción.
El juego es simple: un personaje se encuentra de repente en un rizo temporal, del que no puede salir, donde el mismo día se repite una y otra vez, con la esperanza de en algún momento cambiar el orden de las cosas. Es un tanto existencialista: como Sísifo cargando la piedra una y otra vez y un día rebelándose y aventándole la roca a Zeus mismo.
El día, película coreana del debutante Cho-sun Ho, sigue la misma dinámica. Un hombre común, sin ninguna magia que no sea la física cuántica, se encuentra viviendo una y otra vez el día de la muerte de su hija en accidente automovilístico. Él fue testigo del accidente, está en el sitio cuando se da cuenta que su hija está involucrada. ¿Podrá detener el suceso?
De repente, en medio de su luto, se da cuenta que está despertando en el mismo día. ¿Qué es lo que está tratando de decirle el universo? ¿Qué debe salvarla, o que debe aprender a vivir con su muerte?
Aunque El día es una cinta muy edulcorada (toques de melodrama aquí y allá casi telenoveleros), el resultado no deja de ser sobresaliente. El actor principal, Kim Myung-min, da una interpretación convincente de un padre al que no le importa cuántas veces muera su hija, él siempre estará ahí para ella.
La cinta tiene pequeños detalles que también la hacen muy disfrutable. En medio del drama, el sentido del humor coreano bruñe la historia. Hay también una subtrama de venganza que nunca llega a cuajar del todo pero que le da un saborcito amargo al melodrama.
El final de la película es su gran error, su falla original. Al estilo de anime japonés existencialista (piensen en Evengelion), la trama debraya a niveles ridículos en los que las almas se hablan una a la otra. Es como una historia de segunda que trata de todas formas de ser trascendental. Lástima que no lo lo logra en la pantalla.