Una pareja descubre horrorizada que su bebé está muerto, a pesar de haber pagado el rescate. Para agregar un toque aun más perturbador, le cosieron los parpados para que se mantengan abiertos. Así comienza Perry Mason, la nueva producción de HBO, ambientada en Los Ángeles de 1932 durante la gran depresión.
La miniserie fue concebida por Rolin Jones y Ron Fitzgerald (Boardwalk Empire, Weeds) para contarnos los orígenes de uno de los abogados más famosos de todos los tiempos, el cual surgió de las novelas de Erle Stanley Gardner para luego saltar al cine, radio y después a la televisión en la clásica serie estelarizada por Raymond Burr, la cual se transmitió de 1957 a 1966.
La investigación del asesinato del bebé sirve para mostrarnos las partes más oscuras de la sociedad, desde la corrupción policiaca, el lado mafioso de la industria del cine y el fanatismo religioso, hasta las secuelas sufridas por los veteranos de la primera guerra mundial.
Tomando en cuenta los antecedentes de los productores, no es de sorprender que esta nueva adaptación tenga más elementos del cine noir que de la clásica formula de series de abogados en la que en cada episodio se resuelve un caso.
Ante este nuevo enfoque, nos encontramos con un Perry Mason muy diferente al interpretado por Burr, tanto en lo físico como en el comportamiento del personaje. Para empezar, Mason (Matthew Rhys) no es un abogado respetado, sino un investigador privado de poca monta, divorciado, desaliñado, y con una actitud cínica, la cual contrasta con la personalidad seria e imagen pulcra que proyectaba Burr.
Sus fieles colaboradores Della Street (Juliet Rylance) y Paul Drake (Chris Chalk), también han sido modificados para encajar en esta nueva propuesta. Aunque Della sigue siendo secretaria, ahora tiene una personalidad independiente, y no teme mostrar cuando está en desacuerdo con su jefe E.B. Jonathan (John Lithgow). Por su parte, Drake cambia de raza y trabajo, ahora es uno de los pocos policías negros de la ciudad, por lo que es víctima de racismo.
Visualmente la serie es impresionante, ya que transmite de manera tangible la suciedad de los barrios bajos de Los Ángeles, así como la opulencia de las zonas adineradas. Aunque lo que más resalta, es el nivel de detalle mostrado en las escenas de las trincheras de la gran guerra, un gran logro, tomando en cuenta que recientemente las vimos en el cine en 1917 (Sam Mendes).
En los dos primeros episodios, la miniserie ha mostrado un gran potencial, gracias a sus actuaciones y a la ya mencionada parte visual, elementos que ayudan a sobrellevar los tramos en que el ritmo es demasiado lento.
Al igual que con Joker (Phillips, 2019) estamos ante una producción que toma prestado el nombre de un personaje muy famoso, para contarnos un historia de crítica social muy interesante, la cual vale la pena ver aunque no nos muestren realmente al personaje que nos prometieron.