Cientos de espectadores lo deseaban, otros cientos lo esperábamos aunque deseábamos que las autoridades lo detuvieran antes. Todos lo vivimos como un reality en plataforma digital… y al final de toda película, ¿quién no quiere ver al malo pagar por lo que ha hecho ?
Conocí al ruso en la semana del 15 de mayo, cuando en redes sociales comenzaron a correr artículos que hablaban sobre sus videos: “Ruso nazi insulta a mexicanos en Cancún”. La gente lo insultaba y pedía venganza o lanzaban gritos de alerta a las autoridades.
Para el viernes 19 por la tarde noche, a las afueras de la casa del ruso, una turba iracunda iba conformándose mientras varios curiosos transmitían por Facebook Live. Todo un espectáculo mediático. Y luego, los ánimos comenzaron a subir y un sujeto de la turba fue acuchillado por el ruso para dar paso a grupo de personas que molieron a palazos al susodicho, quien como Rasputín se negaba a morir.
Alexei Makeev cargaba mucha ira con él. Al menos, eso es lo que sus videos nos dejan ver: un hombre de origen eslavo que lanza insultos en inglés, ruso y español a ciertos mexicanos con los que se topa; insultos que son generalizados para todos los que vivimos en este país; mexicanos con pocas posibilidades de ponérsele al tú por tú, y quizá llegar a los golpes para darle su merecido.
Ese es el ruso que vino a vernos.
Por sus videos, también sabemos que Alexei Makeev vino desde Rusia y presumía ser residente en nuestro país donde vivía como instructor de buceo. Ese es el ruso que vino a vernos, a vivir con nosotros y lanzarnos improperios para convertirse en ese extraño enemigo que profanó nuestro suelo. En sus palabras había ira y miedo hacia un entorno hostil que amenazaba su existencia. Se veía con tantas ganas de enfrentar a sus enemigos…
Y nosotros, sus enemigos… lo mismo: alguien debía darle su merecido a ese extranjero que había profanado con sus plantas y su lengua nuestro suelo. Ese monstruo que abusaba psicológicamente de mujeres y niños debía ser castigado, debía ser frenado pues estaba lastimando nuestro orgullo… y había que enseñarle quién manda, y si realmente éramos hombres, mexicanos y valerosos debíamos darle su merecido.
Lo anterior me recuerda al argumento que se esgrime en la cinta documental, I Am Not Your Negro de Raoul Peck, basada en un texto escrito por James Baldwin: Los blancos que linchan negros están proyectando, a través de su ira y su crueldad, lo que son en realidad.
Y así fue… una turba integrada por decenas de “mexicanos responsables” mandaron al hospital Alexei Makeev cuyo pronóstico es poco favorable. Y todos los que participaron deberán tener su merecido porque eso es lo justo, si es en una democracia donde queremos vivir.
Los mexicanos que integraban la turba cayeron en su juego y se convirtieron así en sus monstruos, esos que tanto ansiaba enfrentar, y él… en el monstruo que necesitábamos para reafirmar nuestra “valía” como mexicanos del tercer mundo, pobres pero honrados y orgullosos, mientras el país se hunde más y más en la desgracia y otros más despiadados corren libres. A esos no los enfrentamos, sólo a los que nos hacen sentir grandes y consiguen de manera efímera hacernos olvidar que por dentro, en realidad, nos sentimos igual de miserables que el ruso.
Cada quien busca los monstruos que necesita para evadirse de su realidad como en cualquier película de horror.
2 comments
Excelente tu punto de vista Fausto, un saludo. te sigo en tu programa de radio Dispara, Margot, Dispara, podcasts y esta pagina.
Gran reflexión, no enfrentamos a nuestros verdaderos monstruos. Saludos