por Miguel Angel Aispuro Ramírez
Cixin Liu (China, 1963), reputado escritor de ciencia ficción en su país, publicó La Trilogía de los Tres Cuerpos entre 2007 y 2010. Cinco años después, con la publicación en inglés de la primera parte (El problema de los tres cuerpos) su nombre adquirió una resonancia considerable.
Para empezar, fue la primera novela no escrita originalmente en inglés en obtener el Hugo a mejor novela, en el 2015. Barack Obama la recomendó en sus lecturas navideñas ese mismo año y Mark Zuckerberg la incluyó en su primer club de lectura: A Year on Books. Ante tales antecedentes, es de celebrar que Ediciones B publicara en 2016 El problema de los tres cuerpos, traducida directamente del chino, y programase la publicación de Bosque oscuro para 2017 y El fin de la muerte para 2018.
La novela arranca en plena época de la Revolución cultural china, cuando el Partido Comunista persiguió a los intelectuales, considerándolos contrarrevolucionarios. Un ambiente de represión brutal asolaba a todo el país. Los Guardias Rojos (en su mayoría estudiantes seducidos por la idealizada Revolución) delatan, exponen y juzgan a sus propios profesores universitarios. El relato nos presenta a dos víctimas: el profesor de física Zhetai y su hija Wenjie, estudiante de astrofísica. La hija es convertida en una paria por sus ideas antirrevolucionarias y su padre torturado hasta la muerte por su defensa de la Teoría de la Relatividad. A partir del odio engendrado en estos sucesos, Wenjie seguirá un camino siniestro y sus elecciones determinarán el destino de la Humanidad.
Otra de las líneas narrativas que maneja el autor nos lleva al 2007 (el presente de la novela) en el que el profesor Wang, un experto en el estudio de nanomateriales, es convocado por el gobierno chino para investigar y enfrentar a una organización secreta llamada “Fronteras de la Ciencia” que podría estar implicada en los extraños suicidios que afectan a la comunidad científica internacional.
Cixin Liu, a través de estas dos líneas temporales, alterna una trama complicada que parte de fenómenos insignificantes (como la aparición fantasmal de una cifra enorme en polaroids y las alucinaciones progresivas del profesor Wang) hasta una conspiración cósmica que compromete el futuro del Hombre. Al mismo tiempo, hay capítulos en retrospectiva de la vida de Wenjie, la astrofísica, sobre su vida, su psicología y su participación en un programa de monitoreo y posible contacto con inteligencias extraterrestres.
Además, en el presente, exploramos un extraño videojuego de simulación donde dirigimos la evolución de la civilización en un inestable mundo aquejado por tres soles de movimientos impredecibles (de ahí el nombre de la novela). La unificación de estas líneas argumentales no podría ser más delirante y sorprendente y, sin embargo, resulta perfectamente lógica dentro de los parámetros científicos. El desenlace no solo es tremendamente original, además sienta unas sólidas bases para el desarrollo de las dos siguientes novelas.
También, hay que decirlo, la novela delata la formación de científico de Cixin Liu: las largas explicaciones de hipótesis científicas, la proyección a futuro de la tecnología y la no menos fascinante elucubración del papel de China en el desarrollo geopolítico del planeta son su prioridad en detrimento de elementos más tradicionales en la novela occidental. Sus personajes, a excepción de la entrañable Wenjie, son delineados con extremada sencillez y carecen de la más mínima profundidad psicológica. Son solo mecanismos desencadenantes de los sucesos en la historia. Ninguno de sus personajes resulta genuinamente entrañable, antes al contrario, y resultan completamente intercambiables. En cierta medida, puede considerarse un acierto que el autor priorice el desarrollo de la historia, esa historia maravillosa y vertiginosa, al desarrollo de sus personajes. Y en este privilegio narrativo se sostiene el resto de la trilogía.
Adentrarse en La Trilogía de los Tres Cuerpos es adentrarse en un retrato atípico del universo y de la historia futura de la Humanidad. Un retrato donde, por ejemplo, Estados Unidos no es el centro del mundo, ni tampoco el futuro es catastróficamente distópico. Cixin Liu nos ofrece una mirada novedosa del desarrollo humano a través de la física cuántica; también es una alegórica lección de geopolítica y, por supuesto, un nuevo y refrescante escenario del contacto extraterrestre.
2 comments
Excelentísima lectura; se agradece una reseña que no confundas profundidad con spoilers.
Muchas gracias por tus comentarios, Carlos. Y la verdad era tentador, pero contar el final de un libro de 400 páginas e invitar a leerlo es imposible.