por José Noé Mercado
La importancia de algunos libros, más que en su apuesta literaria, proeza de estilo o aporte lingüístico, radica en la pretensión de modificar el pensamiento con el que se ha entendido el mundo durante ciertos periodos, culturas o, incluso, a lo largo de la historia. A ese tipo de publicaciones pertenece ¿Vegano yo? (Norma, 2017) de la periodista y productora Laura Barrera Casillas.
Los cambios en una sociedad son pautas a seguir sin demasiado cuestionamiento cuando vienen de la mano de la tecnología, la ciencia o la medicina, entre otras disciplinas en apariencia irrefutables para quien no maneja conocimientos especializados.
Pero no es en esas áreas donde el trabajo de Barrera cobra relevancia, sino en la acuñación complementaria de la ética vigente, en una nueva correspondencia con el entorno y, en rigor, en el papel que el ser humano podría desempeñar entre las especies vivas, sintientes, en la Tierra. Aunque eso, desde luego, suponga indagar en la tradición, en la costumbre y el placer de cientos o miles de años para trastocar sus valores con una propuesta que incluya el respeto y dignidad por el reino animal.
Un gran reto, sin duda, el que asume la autora si se piensa en arraigadas prácticas como la dieta carnívora —de la que derivan múltiples gastronomías—, el vestido y calzado —de los que se desprende la industria de la moda—, artículos de cosmética, medicación, vanidad y alimentos que utilizan a los animales sólo como vehículos e insumos.
Laura Barrera comienza su libro con una pregunta: ¿Vegana yo?, una breve pieza narrativa autobiográfica sensible y conmovedora. Con prosa clara y educada, relata su simpatía desde la infancia por animales no domésticos del jardín de su casa, el intento fallido de contar con mascotas —en realidad animales de crianza cuyo destino resultó poco estimulante— y la llegada de Toffy, un gato de pelaje atigrado que le regaló momentos entrañables, pero que también le despertó sentimientos de dolor, ante el sufrimiento y la crueldad.
Luego, la autora brinda una amena pesquisa histórica por antecedentes veganos en la historia oriental y occidental. Barrera consigue un enterado reportaje que fundamenta de manera respetuosa —persuasiva pero libre de fundamentalismos— consideraciones diversas hacia los seres sintientes y su integridad. Los apuntes llegan desde la filosofía, la religión, la salud, entre otras herramientas de la espiritualidad y el pensamiento.
En varios pasajes sorprende conocer la mirada despreciativa hacia los animales que sostuvieron influencers del pensamiento —Aristóteles, San Agustín, René Descartes—, quienes suponían a esos seres en una escala inferior, con la única finalidad de satisfacer las necesidades del hombre, cosas mecánicas y, de hecho, sin alma.
Resultan confortantes ideas opuestas que realzan la vida animal para ponderar su existencia como parte de la diversidad armónica del mundo (Platón, Séneca, Pitágoras, Plutarco, San Francisco de Asis). “Para esto nacen todos los animales? ¿Qué crimen les vale este suplicio? ¿Por qué todas estas escenas de horror? Los hombres son los diablos de la Tierra y los animales las almas atormentadas”, cita la autora a Franz-Olivier Giesbert, quien a su vez interpreta a Arthur Schopenhauer quien encarna el momento en que el pensar occidental recibe influencias del budismo y el hinduismo asiáticos.
Laura Barrera consigue descubrir al lector ideas contrastantes que exigen, al menos, discutirse en la mesa de la vida social contemporánea en la que, si bien perduran numerosos atavismos, es insoslayable la reflexión paulatina de prácticas sociopolíticas, ambientales y alimenticias que tengan mayor sustentabilidad y que a través de reflexiones múltiples (las citas, los epígrafes con los que construye su libro son joyas contundentes) pueden replantear al ser humano su mirada ética.
Quizás el veganismo sólo pueda cobrar una importancia para nuestro mundo contemporáneo si, como una infección zombi, se vuelve exponencial. Un vegano, como un muerto viviente, no constituye en sí mismo un cambio de paradigmas. Se necesitan miles, millones, para sentir su impacto en el planeta. Pero lo cierto es que ha habido avances graduales, sobre todo a través de legislaciones y opciones alternas que sustituyen o reencaminan los hábitos, los placeres o los requerimientos nutritivos. De ellos también nos entera la conductora del programa radiofónico El soundtrack de una vida que se transmite por Horizonte y de varios espacios televisivos, entre ellos el noticiario estelar de Canal 22.
A partir de una de las primeras conferencias que escuchó sobre el veganismo, Laura Barrera hizo una sustantiva reflexión que le cambió la vida: “En aquella plática vi por primera vez el mundo, mi mundo, como una maquinaria que devora a cuanta criatura puede, ya sea por su inteligencia, su belleza o su utilidad en cualquier campo; por placer, por codicia o por indolencia”. Es casi seguro que el lector de ¿Vegano yo?, un libro que por momentos puede asumirse como una obra de terror (ante el temor a la crueldad y el sufrimiento de otras especies pero igual de la nuestra) puede extraer una cavilación similar. Acaso, en un estilo de vida, su propia mudanza.