La serie producida y dirigida por Diego Luna cuenta una historia profunda y dolorosa acerca de una familia que comienza a desmembrarse. Sin embargo, los clichés del mundo “woke” inundan esta historia: lugares comunes de lo políticamente correcto, como si fueran puntos que deben tratarse a la fuerza, ensucian el drama y de pronto parece un programa educativo.
La trama gira en torno a Julia (Lucía Uribe) y Ruy (Flavio Medina), una pareja que está a punto de divorciarse. Ambos tienen una hija pequeña llamada Andrea, quien padece emocionalmente los estragos de las disputas de sus padres, quienes todavía viven juntos.
Poco a poco vemos cómo la brecha entre ambos se hace más grande. Y el hecho de que Julia tenga una nueva relación aumenta el rencor de Ruy quien desquitará su frustración con su aun esposa, empeorando la situación.
Mientras Andrea trata de lidiar lo mejor que puede con el dolor de la separación de sus padres, mientras entiende la realidad en la que vive, Julia y Ruy deberán lidiar, no solo con su separación, sino con su día a día: Ruy con sus carencias, su machismo y su deslucida participación en un programa de radio; mientras Julia, feminista de hueso colorado que habla con lenguaje inclusivo, tendrá que conciliar el hecho de que su agencia creativa trabaje para una marca como Nike, pues es como “venderse”. La nueva relación de Julia con Fausto (Pierre Louis), el dentista de su hija, es una bocanada de aire fresco para ella.
Si bien la serie nos conecta con ese dolor profundo que implica el desmembramiento de la familia, la separación de tu “alma gemela” y el aparente fracaso, falla poco a poco mientras se introduce con calzador los temas de lo políticamente correcto, del lenguaje inclusivo, el machismo, el feminismo, la igualdad de género y demás temas de la agenda izquierdista Woke.
La serie termina siendo un cliché del momento: inocentona, cursi y pretenciosa. No hay diferencia entre el final de cuento de hadas de una cinta como Pretty Woman con el final de Todo va a estar bien; la primera, una fórmula del romanticismo que la serie de Diego Luna desdeña (al igual que el matrimonio); el segundo una fantasiosa apología del poli amor como solución para todos los problemas.
Para los creadores de la serie, los problemas de los personajes y su redención se solucionarán si remueven los grilletes del matrimonio y la trampa del amor romántico; pareciera que no fuese su responsabilidad sino de la estructura social. Bueno, sólo hay que trabajar el machismo, pero para el contexto de la serie, es parte del sistema que aprisiona; es lo que aprendimos, lo que nos enseñaron. Pero de ahí en fuera, nadie parece creer en psicólogos y algún tipo de guía. Al final, el poliamor lo solucionará todo, acompañado de algún tipo de alcohol y mariguana.
Todo va a estar bien es una propuesta menos inteligente y transgresora de lo que quisiera ser. Solo una enorme pretensión de una agenda política