En este punto, ya no hay nada que pueda sorprendernos de este 2020, y aún así, Taylor Swift lo logró: “La mayoría de las cosas que tenía planeadas para este verano no sucedieron, pero hay algo que no había planeado que sÍ sucedió, y ese algo es mi octavo álbum de estudio, Folklore“, comentó la artista, el pasado jueves 23 de julio, en un post en sus redes sociales, con mágenes en blanco y negro en las que aparecía sola en un bosque.
Su nuevo disco tiene mucho de la esencia de esa fotografía en blanco y negro: Taylor Swift se adentra en un bosque sin colores para dejar atrás el colorido frenesí que fue su disco pop de hace 11 meses, Lover.
Compuesto casi en su totalidad por Taylor Swift, Aron Dessner (miembro de la banda indie The National) y Jack Antonoff (su confiable colaborador), Folklore es una colección de canciones grabadas durante los primeros meses de la cuarentena y es un disco (en sus propias palabras) de “anhelo escapista pero también es triste, hermoso y trágico”
El sencillo “Cardigan” proyecta a Swift en su momento más Lana del Rey y Exile; la saca completamente de contexto para agregar otra dimensión a su manera de cantar y escribir.
“Hoax” y “The 1”, los tracks que cierran y y abren el disco respectivamente, engloban perfecto el espíritu del proyecto; melodías pop que se desarrollan sobre pianos y cuerdas nostálgicas que sería difícil imaginarlas en otro de sus álbumes.
Swift vuelve a incorporar elementos del folk estadounidense que nos recuerdan al principio de su carrera —pero con la convicción de que así es como quiere sonar—, y apuesta por un sonido mucho más maduro y convincente.
Lo anterior no debe sorprender a nadie, pues este disco sale después de dos eventos muy significativos en su vida. Número uno, por primera vez es completamente dueña de su música y dos, Taylor ha fijado una postura política para deslindarse de la derecha estadounidense. “Sonrisas con lentejuelas, lipstick negro, políticas sensuales, cuando eres joven asumen que no sabes nada” canta en “Cardigan” refiriéndose a la etapa en la que no se le permitía tener opiniones políticas.
Folkore genera la sensación de estar escuchando a alguien que no está pensando en resultados ni en impresionar a nadie. Y esa es justamente la cualidad más poderosa del disco.
En este nuevo álbum, Taylor Swift no tiene esa presión por “ganar” o por liderar las listas de popularidad y paradójicamente es un contundente candidato al Grammy del año (guarden esta predicción). La libertad de Folklore es palpable y las letras son las más introspectivas de su carrera: “Por favor imagíname a los siete….los pies en el columpio, tenía mucho miedo de saltar pero era tan alta como el cielo” canta en “Seven” y es difícil no sentirnos en el mismo bosque.
La austeridad obligada del distanciamiento social, de la mano de una impecable atención a los detalles, hacen parecer a Folklore como un disco que se pensó hace años. Un balance perfecto entre pop, folk y un toquecito de indie hacen que escuchemos a Taylor como nunca.
Los arreglos son muy al estilo de las bandas indie folk de los principios de los 2000, en los que predomina el piano, guitarra, cuerdas y sintetizadores atmosféricos que arropan la voz de la cantante. Hubiera sido una pena que estas canciones se hubieran perdido en la producción de un álbum pop convencional
Folklore es un disco en el que Taylor Swift vuelve a reencontrarse con elementos de su pasado y donde se permite ir a lugares a los que no se había atrevido, no desde su estatus de super estrella pop, ni desde una intención consciente sino desde la libertad. Este no es un disco de cuarentena, o un proyecto que sacó con canciones que le sobraban solamente por sacar algo nuevo durante la pandemia.
Folklore es un gran disco.