por Paty Rodríguez
[av_dropcap1]A[/av_dropcap1] pesar de ciertos detalles que pudieran no agradar a todos, el show de medio tiempo del Super Bowl LIV con Shakira y Jennifer López fue memorable en muchos sentidos. No solamente representó un alivio para los espectadores tras los desangelados espectáculos de Maroon 5 y Justin Timberlake, sino que fueron un despliegue de gran habilidad, belleza y un indiscutible talento.El escenario, montado y desmontado con una rapidez y organización tremendamente eficientes que nunca dejan de sorprender, era una estructura relativamente sencilla con luces y pantallas en las tarimas, así como algunas plataformas que se elevaban dependiendo de las necesidades del show.
Por supuesto que brilló la espectacularidad técnica del montaje, las luces y el escenario, sin embargo, lo que se llevó la noche en mayor medida fue el impresionante desempeño de los artistas.
La primera en aparecer fue Shakira, enfundada en un brillante atuendo rojo y con decenas de bailarinas rodeándola: ellas la acompañarían durante buena parte de su intervención. “La La La” y “She Wolf” fueron las primeras canciones que escuchamos: la colombiana estaba brillando en el escenario junto a sus compañeras con una gran coreografía.
“Empires” fue la siguiente pieza: un ensamble de violines estuvo encargado de la solemne introducción, que pronto dio paso a un genial pasaje de Shakira como rockstar, tocando con una guitarra eléctrica un fragmento de “Inmigrant Song” de Led Zepellin.
Inmediatamente después llegó uno de los momentos más emocionantes, cuando la artista hizo gala de su habilidad para el belly dance con un fragmento de “Ojos Así”, ritmos árabes y luego, con su éxito clásico “Whenever, Wherever”.
En parte debido a su ascendencia libanesa, Shakira siempre ha incorporado de manera admirable a su estilo las danzas del Medio Oriente. Los ritmos africanos también se hicieron presentes a la mitad de “Hips Don’t Lie”, y “Waka Waka” también formó parte del repertorio. Así es: el tema oficial de un Mundial de futbol soccer sonó sobre una cancha de futbol americano, como en un juego con las sinonimias.
Seis minutos después de que el show hubiese empezado, el público se preparaba para recibir a Jennifer López, quien se adueñó del escenario desde un tubo en una plataforma elevada.
“Jenny From the Block” fue la primera canción que escuchamos, mientras la artista deslumbraba en el escenario acompañada de sus bailarinas La transición a “Ain’t It Funny” fue particularmente admirable: en sincronización con la música, JLo y sus bailarinas formaron una suerte de pirámide, para posteriormente pasar a otra espectacular coreografía con un grupo diferente de bailarines.
El momento más brillante de la actuación de JLo en el que definitivamente todos quedamos boquiabiertos llegó cuando la artista regresó al tubo, lo escaló y con gran fuerza, flexibilidad y coordinación realizó una rutina de pole dance: en perfecto equilibrio al dar vueltas en lo alto, daba la impresión de flotar suspendida en el aire y extendía las piernas mientras sostenía su propio peso, hasta que sus bailarines la acompañaron con una leve ayuda. Al mismo tiempo sonaba “Waiting for Tonight”.
Si pudiéramos criticar algo, o señalar alguna parte del show que tal vez no haya sido la mejor lograda, quizá tendríamos que decantarnos por la interpretación de “Let’s Get Loud”, a cargo de un coro de niñas guiadas por la hija de JLo, Emme. En una toma aérea, se alcanza a ver el signo de la cruz, lo cual resulta cuando menos, desconcertante. Poco después aparecen las pequeñas vestidas de blanco, con la bandera estadounidense estampada en glitter: el pasaje de “Born In The USA” también se siente un poco fuera de lugar. Pero pronto, Shakira y su última coreografía en solitario vuelven a ocupar el escenario.
Un aspecto que se hizo notar en este show fue la presencia de Latinoamérica y sus ritmos musicales, patente, por una parte, en la breve pero significativa participación de Bad Bunny (con Shakira) y JBalvin (acompañando a JLo).
Independientemente de si el reggaeton nos gusta o no, resulta significativo que el género llegue a un espacio como el medio tiempo del Super Bowl: de cierta manera, se manda el mensaje de que el género trasciende los ambientes urbanos de Latinoamérica, y ha llegado a un sitio mucho más global.
El ensalzamiento latinoamericano también estuvo presente en algunos de los momentos más emocionantes del espectáculo. Por ejemplo, cuando Shakira bailó “Chantaje” a ritmo de salsa, mientras Bad Bunny la acompañaba por momentos breves. O bien, durante la coreografía final de JLo, realmente impresionante, literalmente con lanzamientos al aire y movimientos realmente fuertes. También vale la pena notar esto: todos los bailarines eran latinos o afroamericanos. Además, el español tuvo una presencia importante: Shakira se dirigió al público casi siempre en nuestra lengua.
¿Generaría cierto disgusto en el público norteamericano esta “invasión latina” al Super Bowl? ¿habrá resultado molesto escuchar el español para algunos con el oído menos acostumbrado a él? Estas son preguntas interesantes y que muchos se han hecho: quizá este show no fue el favorito de los estadounidenses más conservadores. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que México es el segundo país con más aficionados del futbol americano. Es como si la NFL celebrara esta latinidad, y al mismo español, que también es muy importante en Estados Unidos: un censo en 2017 reveló que existen 41 millones de hispanohablantes en el país.
El playback también fue una crítica: “vamos a ver cantantes, no bailarinas”, dirán algunos. Sin embargo, y para buena parte del público, este detalle es sobrepasado por toda la espectacularidad y la intención del show. Tal vez se eche de menos la interpretación en vivo de Lady Gaga, pero el show que JLo y Shakira fue diferente y en definitiva, deslumbró y dio el ancho. En general puede ser puesto en menos por ninguna razón.