por Paty Rodríguez
Ayer, 16 de agosto de 2018, se apagó una de las voces más poderosas y bellas que el mundo nos ha dado. Aretha Franklin, nacida el 25 de marzo de 1942 en Memphis, Tennessee, falleció en su hogar de Detroit a causa del cáncer de páncreas.
Cantante deslumbrante, prodigio al piano y brillante compositora, Aretha es un referente obligado cuando hablamos de música popular y, definitivamente, ha sido una de las figuras más importantes del mundo contemporáneo. Su innegable talento le valió el epíteto de Reina del Soul, y su éxito y voz imponente la convirtió en un ícono en pro de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en una época en que la idiosincrasia estadounidense estaba muy infectada de racismo.
Aretha Franklin descubrió su voz mientras crecía cantando en la iglesia de su padre, un predicador de Mississippi. Es por eso que la influencia del Gospel está bien clara en su música, independientemente de la importancia que este género tuvo en la consolidación del Soul.
La vena musical la había heredado de su mamá, quien era una pianista y cantante consolidada. Poco a poco, Aretha se fue desplazando de lo sagrado a lo profano, cuando a inicios de la década de los sesenta grabó algunos álbumes de estudio bajo el sello discográfico de Columbia, un poco más inclinados al jazz. En ellos ya puede apreciarse la enorme capacidad vocal de la cantante y quienquiera que la escuchara no podía permanecer indiferente al feeling que le imprimía a sus canciones. Estos discos se convertirían en el preludio de los grandes éxitos que la coronarían como Reina del Soul, título con el que ya se referían a ella hacia finales de los sesenta.
Aretha Franklin grabó cinco álbumes particularmente aclamados entre 1967 y 1972: I Never Loved a Man the Way I Love You; Lady Soul; Young, Gifted and Black y Amazing Grace.
Es natural, sabiendo que ella era la compositora, pensar que en sus canciones Aretha daba voz a su alma no sólo al cantar, sino en las mismas letras de las canciones. En los mismos nombres de los libros podemos ver esto: “señorita Soul”; “joven, dotada y negra” y “gracia asombrosa”: Aretha era una estrella y ella lo sabía.
La actitud con la que cantaba, por ejemplo, Respect, era genuina y en ella era clara al exigir que se le tratara con dignidad, por lo que también se convirtió en un ícono feminista. Y no solamente era ella quien estaba consciente de su talento, también lo estaban los críticos y el público que le ayudaron a obtener tantos honores cultivados a lo largo de su carrera, como haber sido la primera mujer solista en ser miembro del Salón de la Fama del Rock and Roll, o el haberse convertido en la cantante femenina que más veces ha figurado en las listas de popularidad, sin contar los numerosos premios Grammy con los que fue reconocida a lo largo de su trayectoria o su aparición constante en las listas de Rolling Stone de los cien más grandes artistas de todos los tiempos.
Entre el mar de éxitos que Aretha nos dejó, me permito recomendar tres favoritas personales:
Don´t Play that Song for Me, comenzando con una increíble progresión de acordes en el piano que lo atrapan a uno a lo largo de la canción.
Share Your Love With Me, una hermosísima canción donde Aretha le canta al amor y al dolor que a veces le acompaña, con increíbles cadencias que llevan la canción al punto máximo de la emotividad, sin caer en lo cursi.
https://www.youtube.com/watch?v=QltkrjydOPg&feature=youtu.be
Until You Come Back to Me (That’s What I Am Going to Do), con un sonido que se acerca un poco más al pop setentero que al mismo Soul, es desde mi punto de vista, una de las canciones que mejor transmiten la nostalgia que en la canción se vive.
Por todo esto y mucho más, jamás olvidaremos a Aretha Franklin. Descansa en paz, Reina del Soul.