En esta ocasión, la directora Hilda Hidalgo nos muestra un personaje lleno de vida, una mujer libre, inteligente, de trato noble. Violeta es una abuela honorable que sabe disfrutar los árboles frutales, los matorrales llenos de flores de su jardín y los álbumes familiares que le traen recuerdos de cada espacio de su morada.
A menudo es visitada por sus hijos y sus nietos, y recurrentemente sale a relucir el tema del mantenimiento de la casa como argumento para deshacerse de la propiedad. Sin embargo, la vitalidad de la protagonista la ha llevado a explorar nuevas facetas de su vida que le dan fortaleza frente a la insistencia de sus familiares. Violeta está decidida a enfrentar lo que venga con calma y sabiduría, por eso ha decidido aprender a nadar, algo que sus propios hijos no aprecian porque para ellos cualquier progreso personal no tiene sentido a su edad.
Ante el asombro de los que la rodean y aferrada a sostenerse dentro de su vivienda, accede a alquilar una de las habitaciones como parte de un plan a su instructor de natación (Gustavo Sánchez Parra). Sus familiares y amigas cercanas se escandalizan por compartir la casa con un hombre que apenas y conoce. No obstante, ella quiere alquilar los cuartos sobrantes de la casa donde creció para convertirla en una pensión.
Pero Violeta no sabe que otros han decidido el destino de su casa sin consultarla, pronto se entera que la vivienda fue hipotecada por su ex -marido y que está apunto de perderla. Cuando el banco le quiere quitar su único patrimonio, ella recurre a un abogado familiar, hace colectas entre sus amigas, hecha mano de los ahorros de su hija, pero todo es inútil.
La película se mantiene siempre en un tono humanitario y nos presenta la realidad de las instituciones bancarias que actúan como prestamistas y se hacen de dinero a costa de las necesidades de los demás, en un sistema diseñado para nunca perder.
Al final, por un incidente aparentemente menor, la propiedad se pierde, dándole un toque estilo Tarkovsky en la película Sacrificio (1986).
Violeta al fin (Costa Rica, México, 2017) es una historia bien lograda, sin mayores ambiciones, con planteamientos sencillos y con muy buenos resultados. Los movimientos de cámara discretos permiten mostrar el camino del argumento sin ningún sesgo que confunda al espectador.
En definitiva, es una película bien fotografiada, con buena dirección de actores en la cual Hilda Hidalgo consigue momentos de realidad conmovedores y mantiene una narrativa lineal para dar paso a los sentimientos legítimos de los personajes. La cinta ha sido presentada en varios festivales con muy buena aceptación, no se la pierda todavía está en cartelera .