por Miguel Mora Vargas
[av_dropcap1]E[/av_dropcap1]l pintor y director de cine Julian Schnabel logra liberar de su carga histórica al personaje de Van Gogh en su última película Van Gogh en la puerta de la eternidad (At Eternity’s Gate, Reino Unido, 2018), para dar lugar a un ser vivo, realmente apasionado y obsesionado por la luz y el color.
Van Gogh en la puerta de la eternidad, escrita y dirigida por el propio Schnabel, narra los últimos días de la vida del pintor holandés Vincent Willem Van Gogh.
Más que una biografía, la cinta se ocupa en recrear una atmósfera propicia para entender la personalidad del prodigioso artista, majestuosamente interpretado por Willem Dafoe.
Schnabel nos deja ver una interpretación de los días de Van Gogh en París en 1886, año en que conoció a varios integrantes de la vanguardia post-impresionista, incluyendo a Paul Gauguin (Oscar Isaac). El vínculo que se crea entre Van Gogh y Gauguin es importante por la complicidad artística que se crea entre ambos.
Gauguin le recomienda a su colega que se traslade al sur de Francia para lograr mayor colorido en sus cuadros. Tiempo después, Van Gogh se instala en Arles y comienza una de sus etapas más prolíficas de su existencia como pintor.
Aparte de su hermano Theo (Rupert Friend), que se presenta como un hombre generoso y protector preocupado por la salud de Vincent, Gauguin es de los pocos que entienden al pintor, de tal suerte que mientras realiza sus mejores obras en el pequeño pueblo, la mayoría de los personajes que lo rodean lo consideran inepto, además de extraño y peligroso.
Sólo la dueña de una posada, Madame Ginoux (Emmanuelle Seigner), muestra su generosidad al albergarlo en un pequeño cuarto y regalarle un libro de contabilidad para que realice sus bocetos. Es interesante ver cómo a lo largo del metraje, Van Gogh va coexistiendo con la naturaleza y con los seres humanos como un simple intérprete de la realidad y cada vez se obsesiona más en captar los momentos más intrínsecos del mundo que se presentan ante sus ojos.
Es por eso que la permanente preocupación de su hermano Theo no cesa, porque sabe muy bien que es un artista incomprendido y que todos malinterpretan al pintor y sus obras.
En general, la historia está basada en hechos reales y documentos existentes, pero cabe destacar que la interpretación de Willem Dafoe en los momentos de abandono y soledad de Van Gogh, son contundentes. Son momentos en los que el actor comunica al espectador la angustia y la terrible depresión que hacen cruzar al artista el umbral hacia la locura.
Con diálogos sobrepuestos de Van Gogh y Gauguin se va creando una atmósfera densa que plasma la desesperación del personaje creada por el abandono y la falta de comunicación, hasta llegar al famoso suceso donde se corta la oreja y es internado en un manicomio. La trama continúa mostrando el deterioro del pintor hasta llegar a los sucesos de su muerte que siguen siendo un misterio para todos.
Dentro de la información relevante sobre la película está el hecho de que el director también es un reconocido pintor, algo que ayudó en la puesta en escena, entre otras cosas porque le proporcionó al actor los conocimientos básicos para pintar y de esa manera da una sensación de realismo cuando Willem Dafoe trabaja sobre el lienzo.
Por su parte, la fotografía a cargo de Benoît Delhomme es notable, la operación de la cámara en mano está diseñada para hacernos creer que es la mirada del propio Van Gogh la que va dirigiendo su atención hacia algún punto, así como la utilización de lentes angulares y lentes que sólo afocan una parte del cuadro para hacer hincapié en lo que el artista quiere pintar.
Van Gogh en la puerta de la eternidad fue nominada al Oscar por mejor actuación masculina y en el Festival de cine de Venecia obtuvo el Green Drop Award en 2018.
Una película recomendable, actualmente en cartelera.
1 comment
Casi me contaste la película! Gracias Excelente trabajo narrativo el tuyo Miguel Mora.