por Miguel Mora
La legendaria cineasta Agnès Varda, figura emblemátaica de la Nouvelle Vague o Nueva ola francesa, emprende un viaje fantástico con el artista callejero, JR, un joven fotógrafo que va captando imágenes de personajes interesantes para colocarlos en los muros y lugares más insólitos que podamos imaginar.
Este safari fotográfico, nos permite adentrarnos en las vidas de seres disímbolos, desde unos mineros con los rostros ajados, una vendedora, unos agricultores, hasta las esposas de los estibadores del puerto de Havre en la región de Normandía.
La mayoría del recorrido lo cubren a bordo de una furgoneta que funciona como laboratorio de fotografía. La gente queda fascinada al ver salir sus caras gigantes de un costado camioneta después del proceso de revelado.
Lo agradable de trayecto, radica en la sensación de libertad que transmiten los dos autores en el documental. Aunque aparentemente no hay un rumbo preestablecido, van logrando darle un sentido a los sitios que visitan para armar un discurso coherente lleno de sensaciones propias de cada lugar. Al final, nos queda el efecto agradable de ver un conjunto de viñetas, bien captadas, en donde las fotos monumentales colocadas por JR dejan un testimonio del paso de estos dos grandes artistas por Francia.
Varda ha estado activa desde 1955, eso la ha hecho una gran conocedora de su entorno, su extensa obra muestra diversas formas de filmar, en las que destaca su ingenio y su generosidad, eso se hace notar en esta road movie porque también muestra la historia de amistad que logra en el rodaje con JR, produciendo un efecto entrañable en el espectador.
A pesar de que la fotografía del documental fue realizada por siete fotógrafos, el gran oficio cultivado por la emprendedora cineasta y el joven artista, hacen que la cinta mantenga un tono homogéneo y los lugares que nos presentan siempre resultan interesantes, los encuadres no desmerecen en ningún momento, en general, se logra un gran mosaico en donde las fotos gigantescas de JR se integran al paisaje, como el caso de un granero y el tríptico de las mujeres pegado a un bloque de contenedores.
Casi al concluir la cinta, Agnès Varda se lamenta después de sufrir un exabrupto inesperado propiciado por parte de su amigo y excolega Jean-Luc Godard, pero se recupera y continúa su recorrido. Quedan como metáfora sus ojos gigantes pegados a un vagón pipa en la que se puede leer que la gran cineasta no dejará de observar a lo largo del camino de la vida. Rostros y lugares es un documental muy disfrutable que hay que ver para deleitarnos la vista y viajar con una excelente compañía.
Puedes verla en la Cineteca Nacional.