por Vladimir Beciez
[av_dropcap1]L[/av_dropcap1]a película Vice (Vicepresidente: más allá del poder, 2018) llegará a México el próximo 1 de febrero en medio de una polarización política en Estados Unidos y otras partes del mundo.
La cinta es un repaso biográfico con episodios dramatizados y otros tantos inventados sobre la vida de Dick Cheney (Christian Bale), vicepresidente de Estados Unidos bajo el mandato de George W. Bush (Sam Rockwell) de 2001 a 2009.
Adam McKay, quien escribe y dirige la película, trata de contar y aleccionar sobre el poder de la Casa Blanca en tiempos del 11 de septiembre de 2001 y la invasión a Afganistán e Irak.
Casi con fines propagandísticos y prácticamente caricaturizados, Vice intenta retratar la historia de Cheney a través de un cambio físico impresionante del actor Christian Bale, cuya caracterización ya le ha otorgado el Globo de Oro por mejor actor y el Premio de la Crítica cinematográfica como Mejor actor y Mejor actor de comedia; así como la nominación al Oscar por Mejor actor.
Siguiendo sus propios pasos en cintas como Big Short (2015), el escritor y director intenta diseminar el intrincado mundo de la política americana a través de explicaciones dramatizadas con el fin de que el ciudadano promedio pueda analizar con detenimiento las acciones políticas tanto de George W. Bush, la esposa de Cheney, Lynne Cheney (Amy Adams), Donald Rumsfeld (Steve Carell) y otros protagonistas que jugaron un importante papel durante los atentados del 9 de septiembre de 2001.
Desafortunadamente, la película ejemplifica lo que claramente han intentado hacer algunas personalidades de Hollywood al inmiscuirse en asuntos políticos: buscar simpatizantes a una causa política.
Es claro que muchos artistas en Hollywood no terminan de entender la complejidad de la toma de decisiones al interior de las instituciones de defensa y gobierno; y por lo mismo tienen severos problemas para comunicar estos procesos a una audiencia que acude al cine tratando de conocer más sobre el tema.
El largometraje termina pareciendo un largo episodio de una serie de televisión o de algún otro talk show nocturno. Al caricaturizar y retratar de manera grotesca y aventurada a personajes importantes de la historia de Estados Unidos, la película falla en contarnos una buena historia y parece centrarse en convencernos de que Cheney, Bush y todo su gabinete simplemente son malas personas.
A pesar de ello, Vice ha logrado estar en el centro de discusiones de sobremesa y en algunos medios de Estados Unidos, pues este retrato de la familia Cheney resulta controversial y polémico, por lo que su debate rebasa a la opinión de la crítica especializada.
Sin embargo, más allá de nuestra postura política en México o Estados Unidos, sin importar cuánto desaprobemos la intervención estadounidense en Medio Oriente, producto de las decisiones —y en algunos casos, por las documentadas mentiras de Bush y Cheney—, la película es un episodio de Saturday Night Live de dos horas con algunos datos biográficos de Dick Cheney y nada más.
Esto también termina afectando la actuación de actores de primerísimo nivel, quienes no se ven exigidos para lograr una actuación de calidad, y terminan caricaturizando a sus contrapartes de la vida real.
Seguramente, los más acérrimos críticos de la administración de W. Bush y Cheney celebrarán la cinta por sus logros para denunciar determinadas decisiones, y algunos otros confundirán sus simpatías y aversiones políticas con la crítica cinematográfica.
Si se quiere ahorrar el boleto, el tiempo y el intento de ser aleccionado por el ala demócrata de Hollywood que aborrece a Cheney, mejor ni vaya.