Marian (Naian González Norvind) y Alan (Darío Yazbek) se encuentran divirtiéndose en la fiesta de su boda en el Pedregal mientras esperan que llegue la juez que los casará. Antes de que inicie la ceremonia, un grupo de manifestantes toma la casa y empieza a saquearla. Así comienza la película más reciente de Michel Franco, Nuevo orden.
Lo descrito en el párrafo anterior es lo que aparece en el tráiler de la cinta, el cual generó una gran polémica en las redes sociales por ser considerado como racista. Sin embargo, el primer acto de la película —además de ser el mejor logrado—, presenta un sinfín de sutilezas que son imposibles de notar en el tráiler, o bien, si se mira la cinta sin ponerle atención.
Por medio de fragmentos de conversaciones de los asistentes a la boda y las noticias que se escuchan de fondo, nos enteramos que las revueltas en la ciudad llevan varios días y que han ido aumentando en violencia, ya que la policía no ha intervenido. A la par vemos las relaciones de amistad y corrupción que tienen la familia de Marian con empresarios y políticos de primer nivel del país, ejemplificadas con los sobres de efectivo que les dan como regalo de bodas.
Gracias a ese planteamiento, el director plasma que los asistentes a la boda viven alejados a la realidad y que poco les importa la escalada de violencia en la ciudad, pues ellos se sienten intocables gracias a sus conexiones. No intenta retratarlos como las pobres víctimas de los “malvados pobres”. Por el contrario muestra que en ambas clases existen personas con principios y sin escrúpulos.
Es de aplaudir el nivel de tensión que logra el director desde el comienzo de la película, el cual continúa creciendo con un gran ritmo hasta que termina la revuelta, acción con la que termina el primer acto. A partir del segundo, las deficiencias del director empiezan a notarse y lo construido se va diluyendo, al grado que su intento de mensaje de unión de la sociedad se pierde.
Franco es un director que gusta de generar shock entre sus espectadores, como lo ha demostrado en sus cintas anteriores Daniel y Ana (2009) y Después de Lucía (2012) en las cuales no sabe cómo proseguir con la trama una vez que exploto todo el shock value que tenía.
Para el segundo acto olvida y/o resuelve de manera burda elementos de la trama que daban para más, desde los manifestantes, el machismo que sufre Marian en su familia o la enferma que moriría si no era operada ese mismo día, quien como si nada vive un mes fuera del hospital. Además el ritmo se pierde ante el fallido intento de contar la trama desde tres puntos de vista.
El título de la cinta hace referencia al ejército nacional, quien luego de intervenir para detener las protestas y saqueos de los manifestantes, instaura toques de queda y ejecuciones públicas para reinstaurar el orden en todo el país. Lo cual genera corrupción en el ejército, al grado de construir una especie de campo de concentración en el que Franco empieza mostrando de manera muy gráfica las vejaciones a las que someten a los capturados, para luego hacerlo de manera más sutil, si bien se agradece, se siente fuera de lugar después de lo grafico del inicio de la película.
Sin embargo las incongruencias del guión y la pobre ejecución del director, nunca logran mostrar un verdadero nuevo orden, pues la familia de Marian a pesar de todo sigue teniendo sus conexiones en el gobierno, las cuales en un verdadero golpe de estado se perderían, ya que cualquier civil quedaría excluido de las posiciones de poder.
La otra gran crítica que ha recibido la película es el uso del color verde como el símbolo de las revueltas, lo cual puede parecer insensible luego de las marchas feministas que a nivel mundial han adoptado el color, y más al verlo en la toma del Ángel de la independencia. Sin embargo, dentro de la trama tiene sentido que sea este color el usado, pues es el detonante de que el verde militar tome el país.
El punto más sólido de la película son las actuaciones, en las que destacan las de Mónica del Carmen, Fernando Cuautle, Diego Boneta, además de los protagonistas ya mencionados.
Al final Nuevo Orden es un intento fallido de película que una a la población de nuestro país, y termina siendo una cinta que vive del shock que presenta un tono regañon que polariza aún más a la sociedad, y que sumado a las declaraciones más recientes del director, nos da la idea de que él mismo sufre de la falta de empatía que muestra y critica en los personajes de su más reciente obra.