por Miguel Mora
“No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista.”
El detrás de cámaras (making of) es un documental que explica cómo se llevó a cabo la producción de una película, pero en muy raras ocasiones logra convertirse en la crónica de un desastre sobre la realización de la película que documenta.
Perdidos en la Mancha (Lost in La Mancha, UK, 2002) es un detrás de cámars que narra precisamente esta catástrofe en la que el proyecto cinematográfico de Terry Gilliam, El hombre que mató a Don Quijote, fue el mayor afectado. Realizada en video, Perdidos en la Mancha fue escrita y dirigida por Keith Fulton y Louis Pepe.
Un set cinematográfico es como una zona de guerra en donde las cosas suceden de forma ordenada para cumplir en tiempo y costo con las metas de un rodaje. Pero son muchos los factores que pueden influir para que una filmación sostenida por alfileres se tropiece, causando el llamado efecto dominó con trágicas consecuencias para la finalización de una película.
El documental Perdidos en la mancha se convirtió en un terrible reportaje, de un film frustrado, envuelto en una serie de calamidades que explica los percances durante la filmación de El hombre que mató a Don Quijote (adaptación libre de la novela Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes). Una cronología que nos devela cómo se desintegró por completo la producción de la película. Se puede decir que el documento es un contrasentido ya que en vez de contar “cómo se hizo”, nos narra como se “deshizo” el proyecto.
En agosto del 2000 Terry Guilliam llegó a España para dar inicio al rodaje de la historia que había estado desarrollando por 10 años. En un principio, contaba con 32 millones de dólares, una buena suma para un rodaje en Europa, pero muy por debajo de las pretensiones de la película. Su elenco principal lo conformaban: Jean Rochefort como el Quijote; Johnny Depp como Toby Grisoni, un publicista que viaja en el tiempo y Vanessa Paradis como Altisidora. Cada uno de ellos representaba una parte importante de los intereses de los inversionistas.
Desde el principio, el documental nos da indicios de cierto caos en la producción propiciado por un presupuesto recortado. Vemos el desfase entre los actores que llegan tarde a los ensayos y a las pruebas de vestuario, cosa que da pie a un inicio tenso en la filmación.
La cronología es muy clara: el primer día de rodaje, en un paraje solitario, un grupo de extras entorpece la acción al montar mal una escena por falta de ensayo, cuestión que marca el primer retraso. Pronto un problema mayor se presenta, aviones de combate F-16 de una base de la OTAN sobrevuelan el área, impidiendo hacer tomas con sonido directo. Aún así, Gilliam continúa filmando, con la idea de remplazar el audio en la postproducción.
El segundo día de rodaje, una tromba destruye el área del set, convirtiéndola en un lodazal y dañando parte de la escenografía y el equipo fílmico.
El primer asistente de dirección, Philip Patterson, junto con el director, hacen malabares con el plan de trabajo para continuar con el rodaje. Pero en breve las cosas se ponen peor: Jean Rochefort, el mismísimo Don Quijote, no puede montar a caballo por un problema en la próstata y tiene que volar a París para ver a sus médicos. Esto marca la pauta para el resto del caos. Aunque Gilliam intenta rodar unas escenas sin el protagonista para calmar a un tour de inversionistas visitantes, no logra revertir la situación. Al principio se piensa que Rochefort estárá fuera de escena sólo tres días, pero el plazo se alarga a una semana, 10 días y luego hasta un tiempo indefinido. Se habla de discos herniados y problemas en la próstata, que le impiden montar a caballo.
Es así como seis días después de iniciado el rodaje de El hombre que mató a Don Quijote se para por completo. De inmediato, los agentes de seguros reclaman su parte y vemos las discusiones para determinar los términos de las pérdidas.
Hay una expresión en la jerga de los seguros que llaman “actos de Dios”, que se refiere a hechos sobrenaturales que impiden proseguir con la filmación. Y no sólo eso, la suma a deber es tal que la aseguradora termina quedándose con los derechos del guion. Al final, vemos a un Terry Gilliam frustado pero no vencido que termina diciendo “la película ya existe aquí”, mientras señala su cabeza.
Queda claro que los directores Keith Fulton y Louis Pepe nunca se propusieron grabar tal desastre, sin embargo, su documental se convirtió en uno de los testimonios más importantes sobre la película “que jamás se vio”. Aporta una enseñanza clara sobre lo que implica el proceso de creación de una película una vez que se tiene el guión.
Este documental ha sido reconocido y premiado en varias ocasiones, pero más allá de esas distinciones, es uno de los testimonios más impresionantes de las implicaciones que tiene producir cine en cualquier lugar el mundo.
Años mas tarde, Gilliam recupera los derechos de la historia y en 2008 intenta levantar de nuevo su proyecto sin conseguirlo. En 2014, el controvertido director anuncia de nuevo el inicio de la filmación, misma que en septiembre de 2015 se suspende por causas de fuerza mayor.
Finalmente, casi en secreto, en junio de 2017, Gilliam logra terminar el rodaje con un elenco y una producción diferentes.
Después de 17 años, Terry Gilliam ha roto la maldición y ha logrado concluir el rodaje de El hombre que mató a Don Quijote (The Man Who Killed Don Quixote, 2018, España, Francia, Portugal y Reino Unido).
El público cinéfilo espera ver la hazaña que le tomó al gran Terry Gilliam 17 años de lucha para lograr llevar sus sueños a la pantalla.
¡No se pierdan, próximamente, El hombre que mató a Don Quijote!