por Miguel Mora Vargas
[av_dropcap1]C[/av_dropcap1]on fragmentos de la vida real, Mexicanos de Bronce (Mexico, 2016), nos cuenta la intricada vida de un pequeño grupo de jóvenes que se conocen en prisión y forman una asociación musical, actividad que les sirve para expresar sus sentimientos y para respirar un poco de aire de libertad dentro del reclusorio oriente de la ciudad de México.
Mexicanos de Bronce es un documental dirigido por Julio Fernández Talamantes, escrito en colaboración con Javier Gómez Torres; un reportaje extenso que trata de manera contrastante el pasado y la actualidad de la vida de tres reclusos que, por diferentes delitos, se encuentran internados en el mismo reclusorio.
El destino los juntó en una de las tantas cárceles mexicanas destinadas al confinamiento de seres humanos considerados por la sociedad como escoria.
Ahí el tiempo pasa entre celdas sobrepobladas y contrabando interno, sin ninguna forma de readaptación social.
Dividido en tres episodios, el documental primero presenta a un conjunto de raperos denominado MPC (Ministros de la Poesía Callejera), encabezado por Hones, Rocky y Bullet, aunque poco se comenta de este grupo de convictos, se entiende que pagan penas por delitos que van desde el robo a mano armada hasta el homicidio. Sin embargo, Julio Fernández trata de mostrar una forma de expresión dentro de la cárcel, y es a través de sus letras que conocemos las historias de los personajes y su vida en el encierro.
Con imágenes montadas a manera de videos de raperos, el documental ilustra el carácter musical de esta agrupación, arraigada dentro de un nutrido grupo de reclusos, sin faltar los tatuajes exuberantes, y el tipo de indumentaria alusiva al hip-hop.
Los principales, Hones, Rocky y Bullet, tienen apodos relacionados con las pandillas de mexicanos en Estados Unidos: es como un sello personal que busca una identidad con un movimiento transnacional, una forma de encarnar por sí mismos una leyenda tatuada para presentarse en el entorno de manera temeraria.
Aparte de mostrarnos la cotidianidad del encierro, la cinta explora de forma literaria la vida criminal. Las letras de sus canciones son verdaderas confesiones donde presumen la violencia que ejercían; las venganzas entre grupos rivales: un recuento de su historia expresada en palabras.
Sin embargo, el relato de los tres toma un sesgo diferente con la liberación de uno de ellos, en este punto, la narración se concentra en Bullet, en su reencuentro con su familia y el barrio. El temor de recaer al volver a su colonia es latente, él quiere refugiarse en la música y no hacer otra cosa. Este personaje se encuentra con el abismo de la libertad; sus probabilidades son muy escasas. Busca refugio con Héctor Guerra y su Pachamama Crew. Logra algunas audiciones en público para dedicarse a algo constructivo y así mitigar el dolor infringido a sus seres queridos, no obstante, las posibilidades de mantenerse por el buen camino no son claras y pronto vuelve a delinquir, terminando en el mismo lugar donde empezó.
A manera de metáfora, varios testimonios de los que en un momento quisieron ayudarlo a enmendar su existencia, pesan en la última parte del documental, afirmando que Bullet : “solo sabe estar bien dentro de la cárcel”, una realidad escalofriante que nos remite a reflexionar sobre el sistema penitenciario en México.
Esta tercera parte del documental cierra con fuerza, con un retrato de los protagonistas en donde se dan las cifras acerca de su reclusión, dando constancia de sus antecedentes, sus edades y los procesos que llevan dentro del penal.
Mexicanos de Bronce es un trabajo de tipo periodístico que refleja un drama carcelario, en el que el realizador Julio Fernández Talamantes invirtió 6 años para poderlo concluir, sin duda una labor inmensa que le merecieron el Premio Nacional de Periodismo sobre Documental en Derechos Humanos 2017.
Se estrenó hace dos años en Morelia, en el Festival de Cine Documental de Ecuador y este año en el Festival de Cine Independiente de Nueva York.