Es difícil llevar una vida con dignidad, coherencia y sencillez para posarse en la senectud con decoro teniendo la autoestima bien plantada, manteniendo los principios que dieron fundamento a toda una vida y así desterrar la decrepitud, para enfrentar al mundo.
John Carroll Lynch en su película Lucky (EUA, 2017) nos muestra un personaje de este calibre, un ser entrañable, ateo de 90 años que ha sobrevivido a sus contemporáneos. Situada en un pueblo polvoriento cercano a la frontera con México. Lucky (Harry Dean Stanton) es un anciano que todos los días al despertar escucha música mexicana, mientras hace su práctica habitual que incluye una repetición de ejercicios que lo preservan en forma para deambular por las calles de la localidad.
Un día, su rutina se colapsa desvaneciéndose sin aparentes consecuencias, pero el hecho lo confronta al escuchar del médico que lo atiende, la sentencia de estar en perfectas condiciones pero aún así la vejez ha tocado a su puerta. Este incidente lo lleva a realizar un viaje introspectivo para encontrase consigo mismo y lograr la armonía necesaria para cuando llegue el final.
Pero en ese viaje el anciano veterano de guerra deberá tolerar las opiniones de los demás, luchar por lo que cree y comparar su vida con los personajes que lo circundan en el pueblo.
Lucky comprende que la vida solo tiene sentido si la compartes con los demás, por eso en esta última etapa de su vida se atreve a hacer lo que en otros tiempos no haría, convive con la parte mexicana del pueblo, canta en su precario castellano: Volver, Volver, ante un público de origen mexicano, sin el más mínimo recato. El personaje encuentra en la definición de las palabras un sentido que nunca antes había considerado, para él, llenar un crucigrama es una hazaña digna de un lingüista. Además, es el único que comprende a su amigo Howard interpretado por David Lynch, cuando se muestra profundamente preocupado por la desaparición de su tortuga llamada Presidente Roosevelt. Ante la burla de los concurrentes de un bar habitual, explica que la galápago extraviada es uno de sus mejores amigos, la más sabia, que carga su caparazón para protegerse y porque sabe que al final ese va a ser el ataúd en el que acabará enterrada.
En resumen, la opera prima de Carroll Lynch, es un excelente retrato de la cotidianidad y la cosmogonía de los personajes que pueblan ese pequeño lugar con paisajes extraordinarios, pero alejado del resto del mundo.
Por otra parte, la cinta está marcada por una mordacidad muy bien llevada por Dean Stanton, que sabe cuando aplicarla, porque a final de cuentas la película es él.
Esta comedia dramática con toques surrealistas, no cae en los clichés sentimentales para enfrentar a la muerte, por el contrario inspira a tener una visión esperanzadora hacia la inevitable etapa de la decadencia, dando como opción ser fiel a tu integridad y tus principios.
Lucky, aparte de ser una buena película, también puede ser vista como un testamento, el mejor para un actor: Harry Dean Stanton falleció en septiembre de 2017 a los 91 años. Esta fue su última película. La cinta fue aclamada en varios festivales como: Festival de Locarno, Premios Gotham, Satellite Awards, Festival de Gijón, Asociación de Críticos de Chicago.
No te la pierdas, aún sigue en cartelera.