por Miguel Mora
La paternidad es algo difícil de asumir, sobre todo cuando te toma por sorpresa; en ocasiones, cuando la pareja es joven, crea desconcierto y afloran sentimientos encontrados que pueden destruir la unión pasional que los llevó a amarse y respetarse.
Goliat (Suiza, 2017), la segunda película del director Dominik Locher, escrita en colaboración con Ken Zumstein, es un relato vivencial de dos jóvenes enamorados en medio de una relación ardiente, en donde empiezan a ser adultos.
La historia se sitúa en las periferias de Zurich, teniendo como telón de fondo una termoeléctrica, ahí, dos jóvenes amantes, Jessy (Jasna Fritzi Bauer) y David (Sven Schelker), viven en un pequeño departamento suburbano hechizados el uno y el otro por un amor desenfrenado.
Cuando todo parece felicidad, un imprevisto los paraliza y los pone a prueba frente a la realidad: Jessy le confiesa a su joven pareja que está embarazada. El acontecimiento parece superarlos y en un principio intentan realizar un aborto, pero las cosas no resultan.
Ilusionados por su fascinación mutua, deciden no seguir intentando interrumpir la gestación y comenzar una familia; sin embargo, pronto un evento fortuito los enfrentará, poniendo en evidencia la fragilidad de la unión.
Después de celebrar con unos amigos la noticia de la maternidad, son atacados en un tren por un tipo siniestro y violento. David es incapaz de defender a su pareja lo que desata una crisis de identidad en él porque se siente humillado, por su parte, Jessy no ayuda, parece ponerlo a prueba constantemente para que se haga cargo de la situación: es evidente que el idilio se ha agotado prematuramente.
David decide ingresar a un mundo estereotipado para protegerse y proteger a su familia, cambiando su apariencia, comienza a fortalecerse haciendo ejercicio en un gimnasio de la localidad, además de inyectarse esteroides anabólicos sin ninguna supervisión médica. Pronto mostrará rasgos agresivos y comenzará a tener problemas de erección.
La pareja experimenta una mutación en sus cuerpos: mientras crece la panza de ella, los músculos de él se vuelven prominentes, pero en realidad, la transformación más severa se da en la mente de ambos. Por un lado, David se encierra cada vez más en su mundo, experimentando una espiral de violencia incapaz de controlar. Por su parte, Jessy no se percata que está frente a una bomba de tiempo a punto de estallar, para ella su futuro será convertirse en una maquillista de éxito realizando prostéticos para caracterizar a personajes heridos y así poder trabajar en alguna televisora. Estas dos formas de afrontar el porvenir los conecta en la búsqueda de la transformación física, pero en sentidos contrarios.
Sin saberlo, David va hacia un callejón sin salida, trabaja en una oficina que pertenece a una planta nuclear, una fuente de energía que será eliminada gradualmente en Suiza. Sin embargo, él no tendrá que esperar para quedarse sin trabajo, la presión de la paternidad combinada con el efecto de los esteroides hacen su efecto y desata su inseguridad tomando malas decisiones.
Dominik Locher cuenta un drama social bien realizando, logrando un buen trabajo introspectivo que se apoya en la fotografía de Gabriel Lobos. En conjunto, los elementos que intervienen en la elaboración de la cinta logran plasmar un ambiente verosímil para que cobren vida los personajes y que lleguen a ser convincentes. Se podría concluir que la película está pensada para profundizar en los patrones de conducta frente a la paternidad.
Goliat fue presentada en el Festival de Locarno Suiza 2018. En 2017 obtuvo la nominación a mejor actor en los premios del Cine Suizo y también fue nominada a mejor película en Studio Hamburg Nachwuchspreis, Hamburgo, Alemania.
Actualmente en Cineteca Nacional.