por Jonathan Mata Richardson
[av_dropcap1]N[/av_dropcap1]o siempre se tiene la suerte de retratar a uno de los grandes personajes del hampa italoamericana del siglo XX, pero cuando la oportunidad toca a la puerta, se le tiene que hacer pasar y ofrecerle una copa de tu mejor vino.
El jefe de la mafia, Gotti (Canadá, EU, 2018), es una película dirigida por Kevin Connolly (Entourage) que narra, a través de diversas líneas temporales, la historia de John Gotti, capo de la familia Gambino y quien fuera considerado como el último padrino de la Cosa Nostra.
El filme comienza cuando Gotti (John Travolta) se reúne con su hijo mayor, John A. Gotti (Spencer Lofranco), quien lo visita en la cárcel. A partir de la conversación que entablan, se desatan una serie de flashbacks que nos muestran el ascenso de Gotti al poder, sus conflictos familiares, la traición de sus allegados y la iniciación de su hijo en el “negocio familiar”.
El gran problema de Connolly es el de la mayoría de los directores jóvenes que en vez de buscar su propia voz, se limitan a calcar a los grandes maestros del género, pretendiendo reproducir, por ejemplo, El Padrino (EU, 1972), Scarface (EU, 1983), Érase una vez en América (EU, 1984) o Buenos muchachos (EU, 1990), lo que sencillamente es escupir al cielo.
Cuando escuchamos hablar de cine de gángsters, puede que nos vengan a la mente dos grandes tópicos: el ascenso al poder y el sacrificio familiar. Gotti no es la excepción. Lamentablemente, la forma en la que Connolly lo intenta retratar es absolutamente televisivo y pareciera una serie que busca condensar, en los 110 minutos que dura la película, un poco de todo, con un afán muy claro de complacer a los amantes del género.
Si de esta boñiga se pudiera aislar la proteína y el nutriente, solamente nos quedaría John Travolta, cuyo trabajo es verdaderamente bueno y que hasta cierto punto nos remite a su magistral trabajo como Robert Shapiro en The People v. O. J. Simpson: American Crime Story (EU, 2016-17). La caracterización de quien fuera protagonista de Pulp Fiction (EUA, 1994) refuerza su trabajo histriónico y se vuelve un elemento fundamental para –más o menos- mantenernos interesados.
Todo lo contrario ocurre con Spencer Lofranco, que interpreta al hijo de Gotti. Mientras que el personaje de Travolta pasa por el deterioro que dan los años, el de Lofranco pareciera ser el mismo muchacho inexperto todo el tiempo y sucede tanto en su escasa evolución dramática como en su lamentable caracterización, la cual se limita a dejar de relamerle el cabello y a echarle un poquito de talco en la cabeza para que pareciera un hombre de edad madura.
La experiencia de ver El jefe de la mafia, Gotti es casi tan desafortunada como el título que se le otorgó en México. La falta de coherencia en el tono y las deficiencias de su narrativa vuelven accidentado el visionado del filme, cuyas intensiones seguramente eran las de rendir un homenaje a los herederos de Al Capone, pero que al final termina en una especie de Ecce Homo de Borja, frente al cual no sabes si dormir o llorar.