¿Es el ser humano egoísta por naturaleza o hay en él algo de bondad? ¿Es realmente libre de elegir su camino o está determinado por el sistema en el que vive? El Hoyo (España, 2019), la adquisición cinematográfica más reciente de Netflix, intenta dar respuesta a estas preguntas con una historia distópico-fantástica inyectada de un terror gore que reflexiona sobre el sistema capitalista y su consecuencias: clases sociales marcadamente divididas, consumismo, voracidad y egoísmo.
Un día, Goreng (Iván Massagué) despierta en El hoyo, una cárcel de varios pisos con un agujero en el centro por donde diariamente baja comida en una plataforma. La gente de arriba come como en Jauja, mientras los de abajo reciben sobras y a los de más abajo no les llega nada. Además, cada mes los internos son cambiados aleatoriamente de piso. ¿Cuándo estarán abajo? ¿Cuándo arriba?
La cinta, ópera prima del director español Galder Gaztelu-Urrutia, fue proyectada en diversos festivales a finales del 2019 y se hizo acreedora a los premios People’s Choice Award for Midnight Madness del Festival internacional de cine de Toronto, Mejor Película en el Festival de de Cine de Stiges y el Premio Goya a Mejores Efectos Especiales.
En el primer acto el filme raya en lo sobre-explicativo, pero está equilibrado con las dosis de humor —un tanto negro— que aporta Trimagasi (Zorion Eguileor), el compañero de celda de Goreng quien, guiado por el egoísmo, desprecia por igual a los de arriba y a los de abajo. Trimagasi asume que los demás —a quienes llama “hijos de puta”— son como él y por ello come como pelón de hospicio cuando tiene la oportunidad de estar arriba. Este personaje representa a los alienados por el sistema
El Hoyo le pega a todos por igual en su crítica al capitalismo: no victimiza al de abajo ni sataniza completamente al de arriba, pues muestra que a pesar de haber experimentado los niveles más bajos, la gente de arriba sigue acaparando vorazmente la comida, dejando expuesta la falacia neoliberalista del funcionamiento de la economía de efecto cascada de “si los ricos tienen facilidades para obtener más riquezas, las desbordaran hacia los más pobres”.
Las reflexiones propuestas por Gaztelu-Urrutia tienen también un matiz filosófico: ¿El sistema orilla a los presos a hacer atrocidades o son ellos mismos quienes, guiados por el egoísmo, toman sus decisiones?. Ya lo decía Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
Si eres de estómago sensible, no te recomiendo esta película, pues no escatima —aunque tampoco exagera— en escenas de sangrienta violencia y asquerosidades escatológicas. El director logra con estos recursos el frenético y angustiante ritmo de un thriller psicológico, sorteando el obstáculo que representa desarrollar una película en una sola locación.
El Hoyo es una película inquietante y cruda que pone de manifiesto los problemas del sistema capitalista sirviéndose de una metáfora carcelaria. Es la mejor opción para ver en estos tiempos de confinamiento que evidencian las diferencias de clase entre los que pueden mantenerse en su casa y los que no tienen otra opción más que seguir trabajando.