por Miguel Mora Vargas
[av_dropcap1]C[/av_dropcap1]uando se cruza el umbral a la dependencia por consumo de drogas, normalmente el adicto no siente o no entiende que ha habido un cambio. Quizás lo vea todo en cámara lenta con una gran sonrisa en el rostro, pero no sabe que una vida de infierno acaba de empezar y el duende de la diversión se convierte en un espectro cada vez más lejano, difícil de alcanzar, para lo cual el toxicómano navega entre sustancias más poderosas o dosis mas fuertes intentando obtener el tono de adrenalina que le proporciona la droga.El cineasta sueco Peter Grönlund nos habla de este abismo terrenal y presenta un submundo en declive en donde flotan personajes atados a su dependencia, con historias de vida destruidas.
Tras una larga preparación,Grönlund nos trae su opera prima, A la deriva (Tjuvheder, Suecia, 2015), donde nos cuenta la historia de Minna (Malin Levanon), una mujer adicta a las anfetaminas, que lleva una vida atropellada llena de fracasos de la cual no puede escapar debido a su dependencia. En un arranque irreflexivo se le ocurre transar a sus proveedores para pagar el alquiler de un pequeño espacio donde vive hacinada. Pero todo sale mal y es desalojada. Minna debe de salir huyendo para buscar refugio de los delincuentes a los cuales ha timado.
En su éxodo, coincide con Katja (Lo Kauppi), una mujer alcohólica obsesionada por recuperar a su hijo retenido en custodia por los servicios sociales del estado. Ambas crean una complicidad momentánea y deciden buscar refugio en un campamento ilegal formado por un conjunto de casas rodantes.
El lugar es no es otra cosa que una “comuna” callejera plagada de seres marginales, o lo que la sociedad sueca llamaría escoria social. Por un lado está Boris (Tomasz Neuman) el que regentea el paraje, un hombre cauto y obediente de las leyes, que sabe muy bien que en cualquier momento las autoridades los pueden borrar del lugar. Pero dentro de la fauna que habita la “comuna” también está el ex -esposo de Minna, Benneth (Niklas Björklund), un zángano fracasado que convive con su nueva mujer embarazada, Carina (Nadya Sundberg Solander) una joven celosa y conflictiva. Tal parece que la protagonista no tiene escapatoria, porque los lugares a los que acude son los mismos a donde su pasado la alcanzará indudablemente.
A la deriva está contada con un ritmo frenético que comunica muy bien el estado de ánimo de los actores. El fotógrafo Steffan Övgárd, con pocos elementos lumínicos, capta con precisión los espacios claustrofóbicos en los que habitan los personajes, las persecuciones y los momentos de tensión y calma, para aportar suficiente material a una buena edición de la historia.
La cinta contiene un relato bien contado que sorprendió en la 63ª edición del Zinemaldia, y obtuvo 5 distinciones en la premiación de los Escarabajos de Oro.
IMPORTANTE: Esta película se exhibe en Cineteca Nacional, no confundir con: A la deriva (Adrift) de Baltasar Kormákur, película estadounidense que a los distribuidores se les ocurrió ponerle el mismo nombre, pero que son diametralmente opuestas.
1 comment
Excelente reseña! Se antoja! Miguel Mora!